A raíz del suceso acontecido en Puerto
Plata la semana pasada con el lamentable deceso del turista alemán, se produjo
un encuentro entre con el director del Cuerpo Especializado de Seguridad
Turística, general Juan Carlos Torres Robiou. Estuvo presente el gobernador Iván
Rivera, el viceministro Julio Almonte, hoteleros y turoperadores.
Leí parte de lo acontecido en esa reunión
mediante la nota escrita por el dilecto amigo Manuel Emilio Gilbert, presidente
de la Asociación Dominicana de Prensa Turística (Adompretur), filial Puerto
Plata. En sus observaciones, el veterano periodista informa sobre “las
imputaciones calumniosas”, “la agresión verbal perpetrada en contra de
Adompretur y los demás comunicadores puertoplateños”, proferidas por nuestro también amigo Luis Liriano,
gerente del hotel Be Live Grand Marién y presidente de la Asociación de Hoteles
del Norte (Ashonorte).
Manuel Emilio dice que Liriano “acusó a los
periodistas locales de no saber escribir, de no haber hecho un enfoque correcto
del asesinato…”, “ni evitar que las personas que tomaron fotos y videos
mientras yacía en el suelo…” “las subieran a las redes”.
Apunta la nota, además, que “la reunión fue
terminada intempestivamente (ya que) decidió encarar con firmeza a Liriano
delante de todos los presentes, porque no se podía dejar sin respuesta ese
ataque aleve”
A mi modo de ver, frente a nosotros tenemos
los resabios propios de un dolor profundo producto de un hecho que pone en
peligro el trabajo de años y el futuro de un pueblo. Esa discusión, esas palabras
proferidas por el hotelero y la respuesta del periodista, denotan en sí mismas
una profunda preocupación por la situación que nos ha tocado vivir. Manifiestan la insondable desolación que los
arropa. Ambos demuestran que aman a Puerto Plata, ambos han expresado palabras de impotencia ante el
hecho lamentable. Triste es la realidad, pero es la realidad.
Dentro de las etapas del duelo nos
encontramos primero con la negación, es donde el ser humano se niega a
reconocer lo sucedido, es una especie de bloqueo emocional. Es, ciertamente,
una especie de autodefensa ante lo irreversible. La segunda etapa es la aceptación
del hecho, la tercera, es donde se liberan las emociones y se expresan todos
los sentimientos que se sienten en el duelo.
Para mí, esos resabios intempestivos tienen
que ver con la tercera etapa del duelo. Sienten tanta impotencia, que han
liberado sus energías y literalmente, explotado. Hartos los dos de tantas
desgracias que se han estado interponiendo ante el esperado renacimiento del turismo
en Puerto Plata, se han enfrascado en una dicotomía verbal insustancial.
No es crítica lo que hago, dilucido un
sentimiento muy profundo por Puerto Plata, una impotencia, un desamparo, la desabrida
orfandad que los ahoga, que nos ahoga a todos. Han dejado brotar esos
recónditos impulsos perturbadores de la manera más natural y humana.
Aristóteles, en su Ética a Nicómaco, decía,
que cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la
persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito
justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo.
Y como no es tan sencillo, vamos a echarle
un poco de agua al vino y a comenzar de nuevo a afrontar con nobleza tal y como
ambos lo hacen, los trabajos para continuar limpiando el patio, tratando de
evitar que nuestros clientes se dirijan a otros destinos debido a la
inseguridad.
Esos profesionales son dos líderes
comunitarios natos, dos ciudadanos excepcionales que con sus exposiciones han
demostrado lo mucho que le duele esta tierra. Dejemos eso atrás y vamos a
continuar trabajando, es el mejor aporte que se le hace a la familia
puertoplateña.
Si cabe aquí dar gracias y si Puerto Plata,
aunque sea por un segundo, me endosa el poder de hablar por ella, quiero de
manera muy humilde pedir Manuel Emilio y a Luis Liriano que se lancen un ramo
de olivo porque esa discusión no tiene porvenir.
A trabajar, pues.