La visita de Al Horford a Puerto Plata causó un gran revuelo, no solo por ser una gloria del baloncesto y uno de los grandes a nivel mundial, sino por lo que representa fuera de las canchas. En cada acto en su honor, cada vez que tomaba el micrófono, su formación humana salía a relucir. Esa formación profunda, que no se compra ni se aprende en la escuela o en la calle, es el fruto del hogar y del ejemplo de sus padres. Se trata de valores inculcados con disciplina, muchas veces con mano firme, pero siempre bajo una expresión genuina de amor familiar.
Su esposa, Amelia Vega, siempre radiante y cercana, sigue siendo una reina, y lo será por los siglos de los siglos. La madre de Horford merece la mitad del trofeo, la otra mitad corresponde al padre. Amelia, Al y sus hijos son un reflejo de esa unión familiar, y para el país, esta familia es un orgullo que va más allá de lo deportivo.
Lo que más destaca en Al Horford no son solo sus hazañas en el baloncesto, sino su educación familiar. Es un hombre mesurado, comedido, con una humildad que trasciende su éxito. Esa base de valores es lo que lo convierte en un verdadero ejemplo, más allá de los trofeos y los títulos.
En los últimos días, ha circulado el rumor de que Amelia Vega, la eterna reina de todos los dominicanos, podría estar embarazada. Estos son asuntos de farándula, pero no escapan a la luz que irradian ambos. Si es cierto o no, es algo que solo les concierne a ellos y a su familia.
Sin embargo, en un país de 11 millones de dominicanos, la mitad desearía ser hijos de los Horford Vega, porque sin duda, esos niños serán personas educadas, compasivas, colaboradoras y orgullosas de ser dominicanas.
Ojalá que Amelia y Al no se detengan y llenen esta tierra de hijos e hijas educados con el mismo ejemplo familiar de sencillez y valores que los ha caracterizado.
Loas a la familia Horford Vega, un verdadero emblema de lo que significa el buen vivir y la educación en el hogar.