Esta mañana, a las cinco, vi cómo se le apretaba el pecho a Tomas Berdych
en la semifinal del Abierto de Australia que disputó contra el inefable Andy
Murray.
Yo le recomendaría un psicólogo a Berdych. Lo tiene todo, derecha,
izquierda, servicio, fortaleza física; disputa los puntos en la red, como
nadie, es, sin dudas, tremendo tenista.
En el juego anterior contra Rafael Nadal, por primera vez vi en el rostro
de Berdych esa mirada asesina de matador, sin gestos, sin sentimientos y logró
su cometido.
Hoy, por el contrario, no exhibió tal frialdad. En los puntos importantes
se le vio vacilar y eso tuvo su precio.
Yo le recomendaría un psicólogo para que lo saque de las dudas y ese miedo
intenso que lo arropa cuando disputa los puntos de break o los puntos para
cierre con su servicio. Es un caso clínico. Tiene condiciones, pero su cabeza
necesita ayuda.