Como se explica en cualquier curso serio de Moneda y Banca, el sistema financiero funciona sobre un principio esencial: la confianza. Los bancos no mantienen en sus bóvedas la totalidad del dinero depositado por los ahorrantes. Si todos acudieran simultáneamente a retirar sus fondos, la quiebra sería inevitable. No por mala gestión, sino por la propia naturaleza del sistema bancario moderno.
No es casualidad que Alexander Hamilton, primer Secretario del Tesoro de los Estados Unidos y arquitecto del sistema financiero de esa nación, defendiera la banca como el motor del desarrollo económico. Para Hamilton, un sistema bancario sólido no era un lujo, sino una condición indispensable para el crecimiento, la inversión y la estabilidad de un país.
Por ello, resulta preocupante la ligereza con la que algunos sectores han hablado recientemente sobre el Banco de Reservas. Este tipo de afirmaciones no beneficia a nadie: ni a la banca privada, ni a la ciudadanía, ni al gobierno, ni siquiera a la oposición. Muy por el contrario, genera intranquilidad en los agentes económicos, debilita la confianza y alimenta un clima de incertidumbre innecesario.
Conviene recordar que la Ley Monetaria y Financiera (Ley 183-02), en su artículo 80, establece sanciones penales para toda persona física o jurídica que, de manera consciente, difunda rumores falsos o promueva campañas difamatorias relativas a la liquidez, solvencia o estabilidad de las entidades de intermediación financiera o del mercado cambiario. Estas disposiciones no buscan censurar la crítica responsable, sino proteger la estabilidad del sistema financiero y el ahorro del público.
De igual manera, cuando este tipo de rumores se propagan a través de redes sociales, correos electrónicos o plataformas digitales, la Ley 53-07 sobre Crímenes y Delitos de Alta Tecnología contempla penas de prisión y multas significativas. A ello se suman las disposiciones de la Ley 6132 sobre Expresión y Difusión del Pensamiento y los artículos correspondientes del Código Penal Dominicano sobre difamación.
Hay que tener mucho cuidado. El Banco de Reservas no es una entidad cualquiera. Atentar irresponsablemente contra su solvencia no es un juego político ni un debate trivial: es poner en riesgo la estabilidad económica de toda la República Dominicana. En un país donde esta institución cumple un rol estratégico en el crédito, la inversión pública y la confianza del sistema, sembrar dudas infundadas equivale a dispararse al pie como nación.
La crítica es válida y necesaria en una democracia. La irresponsabilidad, no. Cuando se trata de la banca, las palabras también tienen consecuencias.