El Poder es Transitorio

Ultima Actualización: lunes, 03 de febrero de 2025. Por: Angel Artiles Diaz

El poder es un fenómeno intrigante que ha sido objeto de estudio y reflexión a lo largo de la historia. A pesar de su aparente solidez y durabilidad, el poder es, en realidad, efímero y susceptible a los cambios. La transitoriedad del poder se manifiesta de diversas maneras, desde la pérdida de control político hasta la decadencia de imperios y la fragilidad de la autoridad personal.

 

La Naturaleza Voluble del Poder Político

 

En el ámbito político, el poder está sujeto a constantes fluctuaciones. Los líderes y gobiernos pueden ascender rápidamente a posiciones de dominio, pero también pueden ser derrocados con la misma celeridad. Las revoluciones, los golpes de Estado y las elecciones democráticas son ejemplos de cómo el poder puede cambiar de manos en un abrir y cerrar de ojos. La historia está repleta de ejemplos de líderes que alguna vez fueron omnipotentes y que, con el tiempo, cayeron en el olvido o fueron reemplazados por otros.

 

La Fragilidad de los Imperios

 

Los imperios, por muy vastos y poderosos que sean, también son testigos de la transitoriedad del poder. Desde el Imperio Romano hasta el Imperio Británico, la historia muestra que incluso las entidades políticas más grandes y duraderas eventualmente enfrentan desafíos que erosionan su dominio. Factores como la corrupción interna, las guerras prolongadas y la resistencia de los pueblos subyugados contribuyen a la caída de los imperios. Estos ejemplos subrayan que el poder, por muy grande que sea, no es inmune a la decadencia.

 

El poder personal y la ‘ephemeralidad’

 

Cuando se individualiza, el poder es más transitorio que nunca. Cuando cualquiera asume el errado criterio de que es un líder y, encima de eso, se le premia con una cuota de poder, sufre cambios en la burbuja de su estructura mental que lo indigesta de autoridad y afecta sus percepciones del estatus social, olvidándose de que la fama y la influencia política son frágiles y, siempre está supeditada a factores que, regularmente no controla el individuo inflado por los vientos alucinantes del poder.

 

La palabra "ephemeralidad" se refiere a la cualidad de ser efímero que afecta de brevedad a una persona o cosa. Es la palabra que mejor describe la temporalidad cambiante del poder, que al final de la ruta produce pesadillas.

 

La transitoriedad del poder nos recuerda la importancia de la humildad y la prudencia, porque el poder no es eterno. La transitoriedad del poder aconseja no llenar de espinas el camino recorrido en el ejercicio del cargo y debe aplicarse la máxima latina "Quod vadit, redit" (lo que va, viene); es decir, que las acciones y los eventos ejecutados tienden a regresar o a producir secuelas parecidas. Un razonamiento a tener en cuanta al asumir el beneficio de una función pública (muchas veces inmerecido), porque, ¡lo que va… viene!

 

El poder es una circunstancia básicamente temporal, momentánea, sobre todo en el ámbito político, en donde la fragilidad y la proclividad al desvanecimiento es constante y, si no se está dotado de inteligencia emocional, la realidad sorprende al endiosado que no comprende la dinámica del control y la autoridad, porque para eso es necesario actuar con sabiduría y ser precavido, competencias que generalmente no abundan en los ególatras que por desgracia llegan al poder.