En todas las mitologías hay enseñanzas aprovechables para organizar la vida en cualquier época en la que el pensamiento sea el laboratorio de la sabiduría, la griega está colmada de leyendas que contienen recónditos saberes acerca de la entidad humana, para justificar el título de esta entrega tomemos el mito de Procusto. Este protagonista de lo que narraremos a continuación, también se le conoce como Damastes o Polipemón. Era dueño de una posada (lo que ahora sería un hotel pequeño atendido por su dueño). El mito lo describe como una persona cultivadora de una crueldad muy especial.
Se dice, que las camas de la posada eran de hierro. Y, por su alojamiento había que pagar un precio aterrador, que consistía en lo siguiente: si el huésped era más largo que la cama, le cortaba las piernas para que encajara; si era más pequeño, lo alargaba hasta conseguir el tamaño del lecho.
Es un mito crudo y cruel, que se coloca más allá de lo imaginable, pero contiene en su corto relato una enseñanza para la vida, una moraleja intensa, aplicable a cualquier realidad en la que el ser humano tenga que elegir, entre ser dueño de su destino o ajustarse, por conformidad, a la circunstancia.
La realidad, de manera muy sutil, es muy propensa a impulsar al ser humano a acomodarse a normas, ideas, costumbres, fórmulas, estilos, modas, sin importar la individualidad de la persona. Simple: la realidad se alimenta de tu adaptación, sólo los triunfadores la enfrentan, la moldean y la ponen del tamaño de sus metas.
Podemos llamar ‘realidad’ al entorno social que se disfraza vistiéndose de un estado mental que subyuga y conocemos por el alias de ‘conformidad’.
El "Lecho de Procusto" es una parábola, un símbolo, una alegoría, que ilustra la manera en la que la sociedad, siempre, manipula al ser humano que agrupado conforma la sociedad según esquemas arbitrarios diseñados por las variantes de poder que ‘dirigen’ la humanidad.
Se nos manipula con los sistemas educativos elaborados del tamaño y la conveniencia de quienes ostenten el poder. Nos arredilan en las aulas durante doce años para ‘merecer’ un título de bachiller, luego cuatro años más para una profesión y dos más dos más dos, de posgrados, maestrías y doctorados, para que a los cuarenta años seamos social y laboralmente aceptables.
En el mercado laboral, la economía de mercado exige que nos adaptemos a la rigidez de sus estructuras que anquilosan los filos de la creatividad y amordazan la posibilidad de ejercer la libertad de expresión.
Y ya, como un todo abrazador, ‘erga omne’ (hacia todos o contra todos), establecen las expectativas culturales imponiendo todos los modismos en el vestir, los alimentos, la música, la política, y, hasta la forma de sentarnos, determinando nuestros comportamientos, que al final definen identidad cultural que borra la identidad nacional.
La moraleja del Lecho de Procusto nos enseña que el poder nos recorta o nos estira para que encajemos en el sistema diseñado por la economía de mercado respaldada por el poder político.
Si tenemos presente el mito de Procusto, tendremos a nuestra disposición una importante advertencia contra la conformidad forzada, contra la tarea diaria de encajarnos en un mismo molde globalizado, podremos aprender a forjar nuestro propio "lecho" poniéndolo del tamaño del espacio que necesitamos para vivir la vida que nos corresponde a cada cual.