Para desarrollar este artículo, pido permiso a mis lectores para escribir en primera persona.
En el escenario político puertoplateño hace vida, acciona desde hace muchos años un líder que ahora está en la oposición, pero que en varias ocasiones ha libado el néctar del poder, una como encargado de provincial de Turismo y la otra no la puedo describir porque solo me enteré de la designación en una función publica desempañada, pero si recibí con agrado el rumor de que Danilo Medina lo había ‘nombrado’ en un cargo.
A ese líder, le dispenso un cariño inmenso, un respeto amplio y una admiración que, en el caso de usar sombrero, me obligaría a quitármelo cada vez que se mencione su nombre o tenga la suerte de encontrarme con él.
Su nombre es: Domingo Artiles Minor, quien ostenta la jefatura del antes glorioso Partido Revolucionario Dominicano -PRD- y además es un exitoso abogado en ejercicio. Hace poco leí una reseña periodística diestramente elaborada por mi siempre admirado Manuel Emilio Gilbert, en la que se destaca, entre otras cosas, lo siguiente:
Que mi primo Domingo exhorta al ministro Administrativo de la Presidencia, Igor Rodríguez Durán, a no permitir que funcionarios que son candidatos se aprovechen de las acciones sociales que realice el Gobierno. Y puso como ejemplo al Alcalde Roquelito, de quien dijo que se le había visto en la comunidad de San Marcos inspeccionando los daños causados por las lluvias y llevando ayuda a los damnificados.
Al leer ese párrafo, me pregunté ¿dónde radica lo pecaminoso de esa acción de Roquelito, quién no ha visto a Roquelito durante los últimos tres años y medio metido en el lodo de las inundaciones de los barrios, quién no lo visto de madrugada supervisando las labores de limpieza y aseo de la ciudad? ¿Acaso no ese su deber, acaso aspira mi primo Domingo Artiles a que, el síndico más eficiente que ha tenido esta ciudad, dirija por teléfono, que no se levante a las 4 de la madrugada todos los días, llueva, truene o venteé?
Leí cómo Manuel Emilio, demostrando su destreza de excelente redactor destaca el despistado pedimento que le hace el Jefe Máximo de PRD en Puerto Plata al Lic. Igor Rodríguez Durán, para que no permita que ningún candidato del PRM se quiera aprovechar de las acciones sociales que realice el Gobierno. En este punto no pude evitar recordé la frase icónica de Kinito Méndez: ¿Y e loco que tá?
Y para coronar el desacierto de su intervención en el prestigioso programa ‘Todo incluido’, mi primo Domingo Artiles, destacó: “que por ser la primera vez se limitará a denunciar por ante la Junta Central Electoral este caso para que le haga una advertencia a Igor Rodríguez Durán, para que no permita que ningún candidato del PRM se quiera aprovechar de las acciones sociales que realice el Gobierno. Acusando a Igor Rodríguez Durán de ir a San Marcos con la cachucha del trabajo social acompañando al candidato a Alcalde del Roquelito García.
Mire mi primo, cuando un líder político no tiene a mano un discurso que justifique su rol de opositor, por aplicación de una lógica elemental, no puede ser coherente ni efectivo en su accionar en la actividad política y además corre el riesgo rayar en la ridiculez cada vez que haga uso de la palabra.
Ubíquese, mi querido primo, que, a los damnificados de las inundaciones de San Marcos, no les gustó nadita de nada su despistada oposición.
Ubíquese, mi admirado Domingo Artiles, que la costumbre de Roquelito de levantarse todos los días a las 4 de la madrugada a trabajar, aunque llueva, no nació a propósito de la presente campaña electoral ni como consecuencia de las inundaciones de los barrios de San Marcos, la vocación de servicio de Roquelito es genética.
Ubíquese, que Igor Rodríguez Durán no inauguró su conciencia social, su alma solidaria, su inclinación a servir a los necesitados en el escenario de las inundaciones de San Marcos, ese es su ‘defecto de fábrica’.
A los damnificados de San Marcos, que son asiduos seguidores del programa de Manuel Emilio, no les gustó ni un chin su postura irascible, arrebatada de las ramas de la desesperación y de la notable falta de diseño de un adecuado discurso opositor.