NAVIDAD... NACIMIENTO DE UN SOL SIN OCASO

Ultima Actualización: domingo, 27 de diciembre de 2009. Por: Amín Cruz

La Navidad nos hace evocar figuras románticas en nuestra mente que nos embargan de felicidad como la del niño Dios en pañales, sobre un pesebre, acompañado piadosamente por José y María, por unos humildes pastores, por unos poderosos y sabios reyes magos, etc.

La Navidad también nos provoca euforia ante la perspectiva de una cena familiar e intercambio de regalos, pero, desgraciadamente, la navidad ha sido atrapada por la cultura del consumismo, provocando también angustia, dolor ante la situación de como nos vamos a hacer para comprar el lechón, pavo, pasteles, los tamales, los regalos, la ropa que hay que estrenar, los bocadillos y muchas cosas más.

 

Olvidamos la verdadera importancia de la festividad del nacimiento de Jesucristo; olvidamos que esa noche es de paz, porque nace el rey del mundo, que es donde se inicia la liberación. Una liberación que no puede venir de quien no es libre.

 

En esa noche de paz nace Jesucristo el liberador, el liberador del hombre del mundo, el Verbo encarnado del que se derivan todas las cosas. Nacimiento que sucedió como si fuese el nacimiento de un sol que no tiene ocaso.

 

La Navidad para nosotros los cristianos no debe significar un solo día del año, sino que diariamente debemos llevar al Hijo encarnado en nosotros, para que nazca todos los días nuestras realidades y relaciones con nuestros hermanos, cuando el rico comparta lo que tiene; cuando el pobre que tiene poco reparta lo poco que tiene; cuando el hambriento y el sediento reciban pan y agua; cuando en lugar de odio busquemos la paz, evitando las guerras por medio del amor, entonces Jesucristo, seguirá naciendo en todos los hombres y así valdrá la pena ser hombre, ya que el mismo Dios se hizo hombre.

 

Para el cristiano siempre será Navidad en su corazón cuando cante la manifestación del amor humanitario de Dios todos los días. Por eso hagamos una pausa en nuestra vida y en la noche de paz miremos con respeto a las madres y a las mujeres y descubramos en ellas, al menos esta noche de paz, un símbolo de la Virgen María; fijémonos con detenimiento en nuestro prójimo, recordando que es hermano de Jesucristo y hermano nuestro. Hagamos de cada hombre un prójimo y de cada prójimo un hermano nuestro. Al menos, en esta noche divina, abracemos a los niños y a nuestros hijos como si abrazáramos a Dios.

 

Jesucristo nace en un establo, de una familia pobre, siendo los pastores los primeros testigos del acontecimiento y en esa pobreza se manifiesta la gloria del cielo, por eso la Iglesia no se cansa de cantar la gloria de esa noche: “La Virgen da hoy a luz al Eterno y la tierra ofrece una gruta al inaccesible. Los ángeles y los pastores le alaban y los magos avanzan con la estrella. Porque tú has nacido para nosotros, Niño pequeño, ¡Dios eterno!. Que Dios le bendiga, muchas felicidades en esta navidad.