El miedo como instrumento de control, manipulación, dominación y movilización política viene desde la antigüedad más lejana, como instrumento de las elites y grupos gobernantes, que iniciaron la historia promoviendo el miedo a la furia de los dioses que se manifestaba por medio de los fenómenos naturales, del miedo a las pestes, del miedo a las religiones contrarias, del miedo a la ciencia, del miedo a la verdad, del miedo al marxismo, al socialismo, al comunismo, al tráfico de drogas, del miedo al aborto, a la unificación de naciones colindantes, del miedo a los ateos, a los homosexuales, del miedo a la gente de piel oscura, del miedo a los extranjeros, en fin; del miedo como posible daño inexplicable e incierto.
En la política moderna para ganar o mantener el poder, el que sea más sagaz articulando estrategias y obtendrá mayores beneficios políticos, manipulará a su favor ‘el miedo de los electores’.
El miedo es una perturbación angustiosa del ánimo por la percepción del individuo sobre un riesgo o daño real o imaginario, mismo que tiene un efecto en su conducta y sus sentimientos.
El concepto miedo se usa como sinónimo relativos de: temor, fobia, horror, cobardía, recelo, espanto, pavor, medrana, jindama, timidez; coincidiendo todos en provocar un estado de perturbación emocional, porque deviene en la percepción de un peligro real o ficticio en una etapa inmediatamente futura.
La acumulación de muchos temores provenientes de una misma causa adquiere la categoría de pánico, de terror, el miedo es la forma más común y antigua de organización del cerebro primario de los todos los seres vivos, no sólo del humano.
Del miedo como estrategia de control y manipulación política se valieron los Trumpista (fanáticos de Donaldo Trump), para tratar de mantener en el poder a ese insólito y estrambótico personaje, acusando a los demócratas de ser partidarios del aborto, de ser defensores de los homosexuales, de ser guerreristas, de no creer en Dios y de una serie alargada de infundios propios de murmuradores sin fundamentos para estructurar un discurso político a tono con la realidad que vive la humanidad y Estados Unidos en particular.
Los Trumpista pusieron todos los huevos en la canasta de la advertencia emocional de que se aproximaba una serie de daños provenientes de factores socialmente desgastados por la recurrente manipulación por parte de sectores portadores de evidente fanatismo y de posiciones extremas, como son las nacionalistas de hojalata, los anti-aborto, los homófogos y una serie considerable de extremistas irracionales, cuyos espacios cerebrales se llenan con cualquier dato sin necesidad de explicación.
El uso de temas raídos por el uso constante y el hecho de que los portavoces de esa estrategia del miedo lo fueron personajes opacos, de escasa trascendencia académica, incapaces de pasar de la literalidad de un slogan a la inferencia explicativa de una propuesta político-programática; determinaron la humillante derrota electoral del más díscolo de los 45 presidentes que ha tenido la pujante nación estadounidense.
No les valió la estrategia del miedo, se fueron de bruces -‘caídos con las caras contra el suelo’- porque ni siquiera tuvieron capacidad para articular un listado de ‘miedos’ que coaccionara la voluntad del pueblo estadounidense de sacar ese loco de la Casa Blanca, antes de que cogiera los muebles de la Oficina Oval para hacer una hoguera en el patio.