Por: Luis Henriquez Canela
El más esperado, el 15 de diciembre. Día del arribo a la costa de Puerto Plata del crucero MSC Seashore, el primero, entre muchos, en acariciar la bahía donde (todavía) se construye el puerto Taíno Bay.
Lágrimas esperanzadoras brotaban a borbotones de ojos secos debido a la larga espera. Regocijo municipal, alborozo, festejo, celebración; un pueblo entero tirado a las calles mirando con asombro esa embarcación descomunal flotando silenciosamente sobre el Atlántico.
Tras décadas de sequía, escasa voluntad, visión borrosa sobre el futuro, acuerdos, desacuerdos, tira y jala, cantidad de reuniones algunas productivas otras improductivas; hasta que llega el MSC Seashore a dar brillo a nuestra costa y depositar los esperados visitantes.
El último suspiro de aliento para esta comunidad fue el régimen de estancia hotelera “todo incluido” el que se fue esfumando al atragantarse a sí mismo víctima de sus propias imperfecciones. Todavía vive, o malvive. Se indigesta mientras engulle sus propios tentáculos.
Si estamos preparados o no para absorber la cantidad de efímeros visitantes, no es importante. Lo importante es la dialéctica, el cambio para mejorar, la actitud, dar lo mejor de cada uno de nosotros para que esos convidados sientan el buen trato y vuelvan. Debemos defender a capa y espada esa industria que hoy, tras más de tres décadas ausente, vuelve como regalo de Navidad a traer ilusión; tan necesaria para la sana vida.
Las utopías, ¡ay!, las utopías. Si la vida del puertoplateño se quedara atrapada en las sensaciones de este 15 de diciembre, la muerte fuese una pesadilla.
A mejorar y disfrutar del momento, dar gracias al Señor por todo, incluyendo lo malo que al final no resulta ser malo, sino, lección.
Bienvenidos sean todos. ¡A trabajar!