Día de la Constitución

Ultima Actualización: martes, 09 de noviembre de 2021. Por: Rafael Hernandez

Un día 6 de noviembre de 1844, casi nueve meses después, fue votada por la Honorable Asamblea Nacional Constituyente reunida en San Cristóbal.

Los constituyentes que representaban al país de entonces, se habían reunido en San Cristóbal para estar lejos de las presiones de los detentadores del poder y así actuar de la manera más soberana posible. Pero el país había caído en manos de una bestia.

Este país había iniciado con Francisco del Rosario Sánchez como Presidente de la Junta Central gubernativa que se formó al amanecer del 28 de febrero, pero cuando vino a salir el sol, ya Santana había dado el primer Golpe de Estado e instalado a su pupilo Tomás Bobadilla en la presidencia de dicha Junta. Al regreso de Duarte, todos conocemos las maniobras combinadas de Santana y Bobadilla para anular a Duarte del panorama nacional. El sector afrancesado tramaba establecer un Protectorado Francés, y esto lo lleva pocos meses después a expulsar del país a todo cuanta oliera a Duarte y Trinitarios de este país.

Dos veces le sometió la Asamblea nacional el proyecto aprobado para su promulgación al Poder Ejecutivo, quien se negó a firmarla si no le aprobaban el Artículo No. 210 que le otorgaba al presidente poderes extraordinarios. La negativa de los constituyentes hizo que Santana, como bestia al fin, enviara las tropas comandadas por el general José Joaquín Puello (a quien fusilaría años más tardes) a la misma puerta de dicha Asamblea para de esa manera presionar la aprobación no solo del Art. 210, sino que lo eligieran a él como presidente de la República por dos períodos consecutivos. O sea, ya el 6 de noviembre todo estaba consumado y firmó el documento, que al decir de Balaguer no era más que un pedazo de papel.

¿Qué ganamos con esa Constitución viciada? Toda institución que se crea, es dotada de unos estatutos, que constituyen el documento legal normativo de su funcionamiento, así que si nació un Estado, debe contar con ese instrumento legal definitorio del territorio, sus habitantes, sistema o forma de organización política, las reglamentaciones y leyes adjetivas, entre otras disposiciones. Pero nacimos cojos, y dentro del puño de hierro de esa bestia, que no creía en la viabilidad de esta República ni en la capacidad del pueblo dominicano para sostenerla y defenderla.

Sus gobiernos fueron todos tiránicos amparados en dicho artículo 210 y en la reforma de 1854. Pero su incapacidad política no le permitió siquiera terminar el primero de los dos mandatos, y luego, como viera que podía perder el poder militar, intervino dando otro Golpe de Estado al presidente Manuel Jimenes. Su historial es bien conocido, porque Bobadilla creó mercadológicamente en Santana a un ídolo de barro, como el gran estratega militar y cuco de los haitianos y dominicanos, pues no le temblaba el pulso para fusilar a quien fuera.

Volvimos a celebrar otra Asamblea Nacional Constituyente, la cual sesionó en Moca en 1858, que votó de nuevo una Constitución liberal, pero otra truculencia de Santana, derrocando al gobierno cibaeño de José Desiderio Valverde, malogró tantos esfuerzos y sueños para darnos un mejor país. Y casi un siglo después tuvimos la mejor de todas, votada en abril de 1963, abortada por el criminal Golpe de Estado del 25 de septiembre que tanta sangre ha derramado en nuestro pueblo desde su ejecución hasta nuestros días, pues ese mismo clan golpista y antinacional, disfrazado o maquillado un poco, sigue gravitando en las estructuras del poder fáctico del país.

Sobre las Reformas Constitucionales y sus motivaciones, hay que escribir un enorme texto. Pero, coloquemos en alto nuestra bandera , himno y escudo, para demostrarle al mundo que como pueblo sí respetamos nuestra Constitución, aunque esté remendada por todas partes, y llamamos a los charlatanes que se han enquistado en el Congreso, a respetar los principios contenidos en la misma, que es igual que respetar a este pueblo dominicano del siglo XXI, que ya no es el del siglo XX, ni mucho menos el del siglo XIX donde están ubicados los cerebros de la mayoría de quienes tienen el privilegio y la potestad para hacerlo. El pueblo necesita que los constituyentes o remendadores de nuestra Constitución descarten para siempre los privilegios autotorgados por esos legisladores y que establezcan la NO REELECCIÓN de Concejales, Alcaldes o Síndicos, Diputados, Senadores ni del Presidente de la República, para hacer forjar un liderazgo que borre de una vez por toda este ponzoñoso caudillismo medieval, asistencialista, mesiánico y estafador. Necesitamos nuevos líderes calificados, y dejar en el pasado a los actuales, que es a donde pertenecen. 6.11.21 A. Rafael Hernández F.