Recordamos que un grupo de oficiales del Estado Mayor Constitucionalista decidió asistir a una Misa en la catedral Santiago Apóstol, y luego Ofrenda Floral en el Cementerio de la calle 30 de marzo de Santiago, in memoriam del Comandante en Jefe del Movimiento Constitucionalista Rafael Fernández Domínguez.
Cuando estaban en el cementerio comenzaron a tirotearlos. Era la oportunidad que nunca habían tenido las fuerzas interventoras cómplices de las gorilistas fuerzas armadas dominicanas que se oponían al regreso de Juan Bosch al poder, para asesinar a esos oficiales, que nunca pudieron vencer en combates, mientras estuvieron acorralados en el sector de Ciudad Nueva. Todos esos traidores estaban muy seguros de que eliminarían aquella “Cabeza” que los había derrotado y humillado en la Batalla del Puente, y que los mantuvo a rayas desde su atrincheramiento en los sectores de la Ciudad Colonial y Ciudad Nueva.
Apenas estaban armados los escoltas del coronel Caamaño, que pertenecían a la unidad de Hombres Rana, ya que andaban en un acto religioso, su comandante les dijo que no podían ir armados, pero ellos conociendo sus responsabilidades llevaron sus armas de reglamento.
Tratando de no responder a la provocación del tiroteo permanente sobre ellos, decidieron salir del cementerio y volver a su alojamiento en el Hotel Matun. Dicho hotel está ubicado en uno de los cerros (Dios, Patria y Libertad) que durante e siglo XIX sirvieron como puntos fuertes para luchar primero contra los haitianos durante la Guerra de Independencia y luego durante la Guerra Restauradora, contra los españoles. Desde luego, que ya estaban bastante reducidos por la acción urbanizadora, pues en otro de ellos se había allanado el terreno para construir el famoso “Monumento”.
Estando allí, de pronto se vieron rodeados por varias columnas de infantería y artillería ligera que avanzaban prestos para tomar dicho hotel, protegidos por tanque de guerra, carros de asaltos, morteros y otras armas pesadas. Iniciados los combates, dirigidos desde el aire por helicópteros artillados, la resistencia del grupito constitucionalista fue súper heroica, no podían desperdiciar ni una sola bala, ya que no tenían un arsenal para abastecerse y no tenían salida disponible por donde escapar. El alto mando constitucionalista recurrió a la negociación con el gobierno títere de Héctor García Godoy, quien no era más que un presidente gomígrafo para dar la apariencia, pero quien tenía el control del país eran los jefes militares nacionales y extranjeros. Con esta operación lo único que demostraron fue su capacidad de traición e irrespeto a los acuerdos firmados en septiembre que puso fin al conflicto, y su evidente cobardía. Los soldados disparaban con un fuego cerrado contra dicho hotel, pues contaban con un poder de fuego apabullante, atronador, y que todo preludiaba un desenlace fatal para el grupito de oficiales sitiados.
Tan pronto el pueblo supo lo que sucedía se lanzó a las calles y se activaron los Comandos que habían sido cesados para dar paso al gobierno provisional. Todos los pueblos ardían de indignación y marchaban caravanas de vehículos hacia Santiago para reiniciar el movimiento revolucionario en receso. Todo esto obligó a las fuerzas de ocupación a un cese de fuego para negociar la salida de los oficiales bajo protección de los altos mandos norteamericanos y personalidades civiles garantes del proceso.
El balance fatal de aquellos sucesos, fueron tres o cuatro muertos en el interior del hotel incluyendo al Coronel constitucionalista Juan Lora Fernández, vegano, ex beisbolista amateur quien jugaba en el equipo de la escuela Normal de La Vega y en otras selecciones, hijo de doña Roselia Fernández Malagón, quien vivía en la calle Restauración (hoy Antonio Guzmán), justo donde inicia el tramo oeste de la quebrada calle de “los sentaos”, María Trinidad Sánchez, antes de llegar a la Imbert.
Del lado de las tropas ocupantes y ejército dominicano traidor, hubo más de setenta bajas comprobadas. Esto fue grosso modo el suceso de aquel funesto día, donde la movilización urgente del pueblo, armado de nuevo, evitó una tragedia mayor.