A pesar de que los nombres originales de nuestros sectores populares son parte de sus raíces, notamos que en ocasiones algunos jóvenes se avergüenzan al pronunciarlos.
En esos barrios hay ciudadanos meritorios que han sido y son parte integral de su fundación, muchos ya fallecidos y que bien los Regidores en coordinación con las juntas de vecinos y demás instituciones de la sociedad civil sí las hay; pueden hacer un levantamiento de quienes son así como cual ha sido su conducta y méritos acumulados que les adornan por su labor positiva a favor de la comunidad en cuestión y quien resulte ser el o la más relevante colocar su nombre al sector acompañado de un letrero bien diseñado y con los demás, nombrar las principales calles.
Paso seguido debe emprenderse un sistema de conscienciación dirigido a los moradores para que saquen de sus memorias el antiguo nombre e instalen el nuevo para que no suceda igual que en: "Colinas del Sur" que sus residentes prefieren aún llamarle "El Avispero"; "Hermano Pablo" no ha habido manera de que su gente deje de llamarlo "Los Sufridos", igual sucede con "El Nuevo Renacer", "Eduardo Brito" y en el "Esanche Dubeau" que no se ha logrado retirar los nombres de "Aguas Negras", "La Rigola y "Los Callejones"; lo más insólito es que un espacio que se tomó para resaltar el nombre de un Héroe Nacional como es el General Gregorio Luperón (a nadie se le ha ocurrido erigir un busto suyo) pero sí tenemos la osadía de nombrarlo como barrios: "Haití", "Puerto Rico", "New York", entre otros.
Me resulta difícil asimilar que aún tenemos barrios y calles con nombres degradantes y en ocasiones irónicos como son: "La Yaguita", "Mono Mojao", "Los Guandiles", "Cambelén", "La Cañita", "El Aserradero" además de "Altos de Chavón", "Bello Costero" y "Callejón de los Malditos".
No es que debemos sentirnos más o menos feliz por el nombre que lleva el lugar donde elegimos nuestro hábitat pero hay seres humanos que se condicionan mentalmente por algo tan simple, cosa que podemos erradicar con una sencilla acción.
Si asumimos tomar esta decisión obtendremos dos logros positivos: reconocer el aporte de ciudadanos ocupados por sus comunidades y adecuar los nombres de estas para que sus residentes se sientan libres y orgullosos al mencionarlos.
Con esto no quiero decir que personas que asumieron como su modus vivendi ocupar terrenos del Estado o privados sean meritorios o que familias que vendieron terrenos, en ocasiones en lugares inapropiados y les colocaron sus nombres, lo sean.
Contribuir a la construcción de una sociedad más digna es responsabilidad de cada uno de los que nos sentimos comprometidos, no sólo de palabras sino de hechos, con legar a las futuras generaciones un hábitat que supere el que nos ha correspondido liderar.
Eso no será tan difícil si todos los actores unificáramos esfuerzos, voluntades, proyectos y recursos para lograrlo, hablo de: Instituciones de la Sociedad Civil y de los sectores Público-Privados.
Las Juntas de Vecinos representadas por nuestra importante Federación, ahora que cambia de directiva, tiene la oportunidad de sociabilizar con los Consejales en su primer contacto este tema que aunque muy pocos podemos identificar es de gran trascendencia para la sostenibilidad del equilibrio en la Inteligencia Emocional y la Salud Mental de muchas personas jóvenes en nuestros sectores populares.
Mírenlo como un sano, desinteresado y humilde aporte socio-comunitario.