El germen del sistema democrático de República Dominicana
tiene sus orígenes en el derrocamiento de la tiranía trujillista en 1961 y la
posterior celebración de las primeras elecciones libres realizadas en el año
1962. En aquel entonces, nuestro país vivía bajo un régimen opresivo que por
más de treinta años coartó las libertades públicas de nuestros ciudadanos. Si
bien en términos formales poseíamos las herramientas básicas para vivir en
democracia, los hechos eran otros. Valores como la libertad de expresión, el
derecho a la libre asociación, la participación en partidos políticos, el
derecho al libre comercio, entre otros, eran principios vulnerados alegremente
por el tirano y sus allegados. Tanto así, que el Derecho a la Vida, principal
valor fundamental que ha regido en las principales constituciones a nivel
mundial, era constantemente violado por el sistema opresor, sin consecuencias
legales algunas.
Al pueblo dominicano, la llegada de la democracia le costó.
El 20 de diciembre de 1962 fueron celebradas las primeras participaciones
electorales de diferentes partidos políticos, donde el Partido Revolucionario
Dominicano (PRD), encabezado por Juan Bosch, consiguió la primera victoria en
las urnas, para luego instaurarse en el primer gobierno democrático el 27 de
febrero de 1963. Bosch, con profundos valores civiles y políticos, intentó
durante los 7 meses que duró su gobierno, restablecer, a la vez que ampliar,
los derechos y deberes en los que el pueblo dominicano basaría su porvenir.
Lastimosamente, fue derrocado en septiembre de dicho año, viéndose así abortado
el proceso democrático recién iniciado, por la confluencia de factores externos
e internos que doblegaron la voluntad popular. Un episodio que significó un
profundo daño para la restauración de nuestros valores como nación.
Desde 1963 hasta 1966, se sucedieron una serie de gobiernos
ocasionales que sirvieron para equilibrar la confluencia de fuerzas que optaban
por la vuelta a la constitucionalidad derribada con el
Presidente Bosch y otros que lo evitaban. Parte del proceso democrático,
entonces, no solo nacía de manera accidentada con el primer gobierno del
profesor Bosch y su posterior destitución inconstitucional, sino que además,
surgía a través del derramamiento de sangre y la pérdida de vidas cuando en Junio
de 1965, nuestro país estalló en una guerra cívico militar en contra de la
invasión norteamericana que buscaba evitar la vuelta de Juan Bosch a la casa de
gobierno.
Esta etapa de inestabilidad social, política y económica,
que buscada instaurar la democracia como régimen político en nuestro país,
concluye en 1966, dando paso así a una nueva fase. Desde 1966 hasta 1996,
durante 30 años, República Dominicana comenzó a vivir el sistema democrático de
manera limitada. Era posible la libertad de comercio, mas no la libertad de
expresión; era posible acudir cada cuatro años a elegir a nuestros
representantes, pero varias de dichas elecciones estuvieron viciadas; los
ciudadanos empezaban a reclamar sus derechos civiles y políticos pero contra
ellos existieron represalias. Es decir, finalmente, al menos en términos
formales, caminábamos por la senda democrática, mas su alcance no era ni
definitivo, ni real, ni concreto.
Desde 1996 (tras la crisis política de 1994) hasta nuestros
días, la democracia empezó su proceso de maduración. En los últimos 19 años,
podemos afirmar que hemos vivido la etapa de la consolidación del sistema
democrático en nuestro país. Desde finales del siglo pasado, hasta nuestros
días, finalmente afianzamos una serie de derechos, tales como el derecho a la
libertad de expresión, a la libre asociación, al ejercicio político libre, al
sindicalismo, a la equidad social, a la salud, a una vida digna, al ejercicio
de las libertades públicas y al ejercicio de los derechos civiles y políticos
de cada ciudadano, entre otros. La gran mayoría de principios, derechos,
deberes y valores democráticos de occidente, empezaron ser una realidad a
partir del año 1996.
Los logros de nuestra democracia nos ha costado transitar un
camino difícil durante los últimos cincuenta años. Una vez alcanzados los
mismos, debemos fijarnos en cuáles son los retos y desafíos que tenemos en lo
adelante. Este proceso no debe interrumpirse. Por ello debemos identificar
cuáles son nuestros retos y desafíos para afrontar de manera responsable
nuestro futuro. De nuestros retos, los principales se centran en la
redistribución de la riqueza y la consolidación de la institucionalidad. Estos
pilares de la democracia, de concretarse, veremos que la equidad social dejará
de ser una quimera. Es por ello que nuestros gobiernos han establecido centrar
las políticas públicas en el ciudadano, con el ánimo de alcanzar estas
anheladas (y necesarias) metas. Es un camino a recorrerse sin prisa ni pausa,
pero sí con constancia y responsabilidad.
De nuestros desafíos, indudablemente debemos garantizar los
derechos y deberes de nuestros ciudadanos. Debemos velar, además, por la integración
y participación de nuestras minorías sociales, políticas y económicas, y es un
imperativo impostergableluchar por la continuidad en las políticas que implemente
el Estado. Sin una continuidad coherente de las políticas que son implementadas
por nuestro Estado, no avanzaremos.
Hoy, cincuenta años después, el mayor de los desafíos que se
le presenta a la democracia, a fin de cuentas, es la correcta elección de
nuestros representantes. Son ellos los llamados a velar porque nuestra
democracia continúe madurando sana y fuerte. Son ellos quienes deben motorizar
los cambios que tanto necesitamos. Hoy, luego de estas etapas en las que
nuestra democracia ha transitado, debemos ser celosos al momento de depositar
nuestra confianza en líderes que deberán ser verdaderos representantes y
cercanos hacedores de nuestros mejores intereses colectivos. Hoy, debemos
iniciar un rumbo paralelo, que nos afiance en nuestros logros democráticos y
nos permita arribar, definitivamente, en un Estado de Bienestar para todos los
dominicanos, cuyo logro coronaría todo cuanto hemos recorrido. Todo lo
alcanzado hoy debe ser defendido.
Nuestro sistema será efectivo si sus habitantes gozan de
bienestar. Es nuestra mayor aspiración y el más profundo desafío de nuestros
días. Así tendremos democracia verdadera.