Balaam se llamaba su dueño. Era profeta. Curtido en los
misterios de la vida, Nada le era extraño, si tomamos en cuenta que el animal
le habló, es más, sostuvo prácticamente una conversación y tal situación
extraña para cualquier otra persona, para él resultó bastante agradable.
Cualquier persona común y corriente hubiera emprendido una
acalorada carrera. ¡Era un animal que hablaba! ¡Una burra! Si hubiera sido un
loro…una cotorra…tal vez pero, ¿Una burra?
Es la historia relatada en las Escrituras Cristianas. Indague
usted libro, capítulo y versículos.
No se asustó el profeta, porque para serlo, debía haber sido
instruido para tal fin.
Se habla de Moisés que por igual fue profeta. Como tal,
recibió la enseñanza en las ciencias de los egipcios. Sería conveniente averiguar,
cuáles eran esas ciencias.
Si Balaam no se asusta al oír la burra emitir voces, tampoco
lo hizo Moisés al ver el fuego que no consumía la zarza y escuchar la voz del
Señor, y no salir corriendo!
Tal vez con el tiempo, esa historia en su degeneración llega
hasta nosotros desdibujada en el Jueves Corpus, cuando “el buey le habló al
amo”.
Ahora se cometen muchas “burradas” que nada tiene que ver
con el caso inicial.
Son hechos por “burros” que rebuznan sin soportan cargas.
Porque hay rebuznos que hacen los burros como cantos de victorias como cuando
le dan una patada o mordida a aquel que le atormenta.
Hay quejidos que hacen los otros “burros” al soportar las
tantas cargas que se le imponen, y esperar adoloridos y cansados la oportunidad
de morder o darle una coz a su verdugo. Aún cansado tendrá ánimo para rebuznar.
Cualquier parecido con la realidad sociopolítica de
República Dominicana, es simple coincidencia.