El respeto a los tiempos: una enseñanza que no debería perderse

Ultima Actualización: martes, 28 de octubre de 2025. Por: Yasmín Cid

Vivimos en la era de la inmediatez. Un mensaje enviado por WhatsApp recorre el mundo en segundos, y a menudo esperamos que la respuesta llegue con la misma rapidez. La comunicación instantánea, sin duda, ha facilitado el intercambio humano y profesional, pero también ha hecho que, en ocasiones, olvidemos una lección fundamental que solía enseñarse en casa: el respeto a los horarios y a los espacios de los demás.

 

Hubo un tiempo en que existían reglas no escritas, pero profundamente arraigadas en la educación familiar. Nadie visitaba una casa a la hora del almuerzo ni después de las siete de la noche. Se entendía que ese era un momento reservado para el descanso, la conversación familiar o simplemente para estar en calma. Era una muestra sencilla de respeto y consideración hacia el otro.

 

Esa misma enseñanza se trasladaba luego al entorno profesional. En las oficinas, nadie llamaba durante la hora de comida, ni mucho menos fuera del horario laboral. Era una manera de reconocer que cada persona tiene un tiempo para trabajar y otro para desconectarse. Las fronteras entre lo personal y lo profesional estaban claramente definidas, y eso ayudaba a mantener un equilibrio sano.

 

Hoy, sin embargo, las notificaciones no tienen horario. Es común que los mensajes o las llamadas lleguen en cualquier momento del día, sin que siempre consideremos si la otra persona está comiendo, descansando, trabajando o compartiendo con su familia. La tecnología nos ofrece la posibilidad de comunicarnos al instante, pero eso no necesariamente convierte todos los momentos en los más oportunos para hacerlo.

 

El respeto por los tiempos no es una costumbre antigua; es una forma de educación que sigue siendo tan válida como siempre. Implica reconocer que no todo requiere una respuesta inmediata y que el silencio o la espera también son parte de un diálogo respetuoso.

 

En los entornos laborales, mantener esa conciencia es esencial: escribir o llamar dentro del horario de trabajo, evitar mensajes fuera de tiempo o durante los fines de semana son gestos que hablan tanto del profesionalismo como de la empatía hacia los demás.

 

Porque más allá de los avances tecnológicos, sigue siendo cierto aquello que nos enseñaron desde pequeños: hay momentos para trabajar, momentos para compartir y momentos para descansar. Recordarlo no es retroceder, sino mantener viva una de las bases más simples y nobles de la convivencia: el respeto.