La reciente tragedia en el Puente Seco de Puerto Plata, con un suicidio y otro intento en menos de 24 horas, nos plantea un desafío social y humano que ya no podemos ignorar. Ambos actos, tan cercanos en tiempo y lugar, son más que incidentes aislados; son un reflejo de la desesperación y el vacío emocional que muchas personas viven en silencio. Como estudiante de psicología educativa, estos sucesos me invitan a reflexionar sobre la urgencia de atender la salud mental como una necesidad fundamental y no como un privilegio secundario.
El caso de Jatnna Pérez, quien dejó un mensaje en video poco antes de lanzarse al vacío, es particularmente revelador. Su mensaje era un grito de dolor y frustración dirigido a quienes, según ella, fueron una fuente de su sufrimiento. Más allá de los detalles personales, el hecho nos muestra cómo las personas a menudo se sienten atrapadas, incapaces de encontrar una salida a su dolor. Al día siguiente, otra mujer intentó terminar su vida en el mismo lugar, como si este puente se hubiera convertido en un símbolo de desesperanza para quienes lo atraviesan.
Como sociedad, debemos preguntarnos: ¿Qué tan accesibles son realmente los recursos de apoyo para quienes están sufriendo? La salud mental no puede seguir siendo un tema relegado. Vivimos en un contexto donde muchas personas, especialmente los jóvenes, enfrentan niveles crecientes de ansiedad, depresión y desconexión emocional. La rapidez con la que se viralizan estos eventos en redes sociales puede, además, tener efectos de contagio emocional, profundizando el impacto negativo en quienes también están luchando en silencio.
Desde una perspectiva psicológica, el suicidio a menudo es el resultado de una combinación compleja de factores: una profunda desesperanza, falta de conexión y una percepción de que no existen alternativas. Sin embargo, esta situación plantea una pregunta aún más alarmante: ¿Dónde está el apoyo preventivo? ¿Por qué, en una era donde el acceso a la información y la comunicación es tan amplio, seguimos careciendo de redes de contención efectivas que lleguen a quienes más lo necesitan?
Es aquí donde el sistema educativo, las instituciones de salud y la comunidad tienen un papel crucial. En psicología educativa, sabemos que fomentar el bienestar emocional desde temprana edad puede ser un factor preventivo poderoso. Crear espacios donde los jóvenes y adultos puedan expresarse, pedir ayuda sin temor a ser juzgados y aprender habilidades para manejar sus emociones no solo es necesario, sino urgente.
Los eventos en el Puente Seco de Puerto Plata no solo deben conmovernos, sino impulsarnos a la acción. Necesitamos una sociedad que entienda que la salud mental es tan importante como la física, y que se preocupe por tender puentes de apoyo real y accesible. Es fundamental que, como comunidad, empecemos a hablar abiertamente de estos temas, rompiendo el estigma y creando un entorno donde las personas se sientan seguras de pedir ayuda. No basta con reaccionar después de una tragedia; debemos ser proactivos y trabajar juntos para construir un mundo donde nadie sienta que la única opción es el vacío.
Este es un llamado a las autoridades, a las instituciones y a cada uno de nosotros como individuos. La salud mental no es solo responsabilidad de los profesionales; es una responsabilidad de todos. La empatía y el compromiso colectivo pueden salvar vidas, y hoy más que nunca, necesitamos recordar que tender la mano a alguien en su momento de necesidad puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte.