En algunas naciones de Europa y el mundo han adquirido una costumbre filantrópica muy bonita en lo referente al llamado “café pendiente” se originó en Nápoles Italia con la intención de que quienes entraban a consumir en un lugar de expendio de café con cierto poder adquisitivo por razones humanitarias pagaban los café que consumían y varios más, por si alguna persona no podía pagar uno por asuntos económicos de cualquier otra índole, pudieran entrar al establecimiento y preguntar si había café “en espera”.
Si hay disponibilidad inmediatamente el camarero le sirve el café y la persona lo consume y no tiene que pagar.
Es una hermosa costumbre que no deja de sorprender pero que encierra muchos valores, como por ejemplo la generosidad, la empatía, la solidaridad y desprendimiento por los que más pueden, el que más destaca es la honradez de los dueños de estos establecimientos comerciales y sus empleados que no se quedan con el dinero, sino que lo entregan a quienes los solicitan.
Esa tradición surgió de los ciudadanos, no de ningún gobierno. Para medir el desarrollo humano de una Nación solo hay que observar el comportamiento individual de sus ciudadanos frente las necesidades de los demás.
Ayudar al prójimo es una forma de expresar amor, generosidad y solidaridad con los demás. Ayudar al prójimo no significa solo dar dinero o cosas materiales, sino también ofrecer tiempo, atención, apoyo y comprensión. Hay muchas formas de ayudar, como hacer voluntariado, donar sangre, asistir a personas con discapacidad, animar a alguien a superar un problema o simplemente sonreír y ser amable. Ayudar al prójimo nos beneficia a nosotros mismos, pues nos hace sentir bien, nos conecta con Dios y nos permite valorar las bendiciones que tenemos.