El aporte de las mujeres a la sociedad dominicana es invaluable, son ellas las más dedicadas a la educación, es la fuerza que defiende a la familia, que los cuida y los alimenta, es la hija que asume la vejez de los padres. Ellas son las escritoras apasionadas, que plasman en letras el corazón de un pueblo, su tenacidad es inquebrantable, es dulce al consolar y apasionada en la búsqueda de sus sueños, madre, hermana, amiga; como faro en la tormenta y calma en la tempestad. Su risa contagiosa es un canto de esperanza, y su mirada, la promesa de un mañana mejor.

Desde la verdulera hasta la funcionaria todas han sido pasadas por el mismo tamiz, al ser valorada solo por su apariencia, olvidando que la presentación es parte de su identidad, la belleza exterior no imposibilita las discriminaciones, la violencia, la falta de oportunidad.

La sociedad insiste en reducir a la mujer a su apariencia, promoviendo modelos con figuras inalcanzables y en ocasiones incompatibles con la salud, la mujer es más que una talla, sus medidas, el valor de las mujeres radica en la forma en que con amor y dedicación alegran, sanan y moldean la sociedad.

Celebrar a la mujer dominicana, como el alma de una tierra bañada por el sol y el mar. Su sonrisa es el reflejo de los atardeceres del caribe, llena de calidez y magia. Lleva en su ser la fuerza de las palmas que desafían los vientos, y en tu corazón, la dulzura del merengue y la pasión de la bachata.

Es la esencia de la historia que nunca se rinde, el eco de las valientes que forjaron caminos de libertad. Su andar lleva consigo el ritmo de las olas, y tus manos, el arte que da vida y color al mundo.

Mujer dominicana, eres poesía en movimiento, un homenaje a la resiliencia y a la belleza infinita. Llevas contigo la esencia de un pueblo que celebra la vida, porque en ti habita el espíritu de una isla eterna.