El acuerdo de Petrocaribe en vez de fortalecernos, nos debilita; aminora el impacto inmediato que tienen las subidas en el precio del barril de petróleo internacionalmente y nos sumerge en una especie de letargo complaciente cuyas consecuencias de seguro serán de triste recordación para cada dominicano. Ese acuerdo nos coloca en condiciones de incapacidad para buscar soluciones a corto y largo plazo al gran problema que significa el suministro de petróleo.
La importación indiscriminada de vehículos permite que los gobiernos mantengan unos niveles de ingresos aduanales para nada indeseables, pero esta situación se debe mirar con recelo dado que a largo plazo se va a convertir en un grave problema. La ineficiente capacidad instalada del parque energético, es otro factor, para solo tomar dos ejemplos, que hacen de la dependencia una verdadera bomba de tiempo.
El hecho de que Hugo Chavez ordene al ejército Venezolano prepararse para un posible enfrentamiento armado con Colombia es un llamado que debería llamarnos a reflexión. Lamentablemente las cosas no son así, más bien estamos sumergidos, embebidos, absortos en una opulencia imaginaria, cavando una fosa en donde reposarán nuestros restos como país.
La palabra “ingresos de Petrocaribe” debería ser cambiada por “prestamos de Petrocaribe”. Esa es la realidad.