El ego parental no les permite a nuestros padres enseñarnos a asimilar los errores como lo que realmente son, maestros.
Si tu hijo se equivoca, significa que como padre fracasaste, y si admites ante tus hijos que cometiste un error, entonces dejas ver que eres un adulto imperfecto, está demás resaltar que este pensamiento es errado.
En ese afán de huirle al error, terminamos equivocándonos más, metemos los errores debajo de la cama y se van acumulando hasta que ya no queda más espacio, y terminamos con la vida y salud mental hecha un desastre.
¿Cuántos de ustedes cuando se equivocan, miran los ojos de sus hijos y admiten un error?
Muy pocos lo hacen, porque estamos asumiendo que como adultos no nos podemos mostrar vulnerables ante una equivocación, y poco a poco nuestra descendencia nos imita.
Nos toca reeducarnos, y empezar a ver nuestros errores como maestros, entrar en ellos, analizarlos, admitirlos para entonces, trabajarlos y no repetirlos.
Somos seres humanos en constante prueba y error, es la única forma de aprender, avanzar y crecer.
Dejemos de educar a nuestros hijos para que no se equivoquen, sino más bien para que cuando pase, porque va a pasar, afronten su error, lo reconozcan y aprendan de él.
Lo peor que puede pasar al admitir que nos equivocamos es comprobar que no somos dioses perfectos, que solo somos simples humanos en constante crecimiento, con muchas oportunidades de mejorar.