Vivimos en una especie de círculo vicioso. El tiempo es como una rueda que al girar vuelve al mismo lugar.

Algunos se sienten grandes, notables, inalcanzables, por la cantidad de reconocimientos, dedicatorias, invitaciones, regalos y muestras de cariño. Sienten gozar de respeto y admiración.

Para nadie es un secreto que el poder hace líderes circunstanciales. “La capacidad de dar”, tal y como muchas veces lo expresó Miguel Angel Cornejo, afamado conferencista Mexicano, puede hacer de cualquiera una persona momentáneamente querida. La valía como “líder” en hombres “sombras” depende del puesto y, hemos de saber, que el puesto es efímero.

Pero no lo sabemos, o más bien lo ignoramos, como si los ejemplos de liderazgos marchitos no estuviesen deambulando hasta en la orilla del Atlántico; liderazgos agonizantes cuyas lealtades dependían de un cheque del gobierno.

Embebidos por los aplausos, olvidan de dónde vienen y quienes eran. “Enfermos de importancia” como diría Ingenieros. Viven vidas de tranquila desesperación.

Al final de la historia, si el liderazgo depende de una dádiva, ese “líder” termina siendo referente sólo para sus familias y, !cuidado!

La coyuntura política ha elevado a más de uno al firmamento del liderazgo circunstancial. Porque

manejan pesos no son más que líderes de papel. ¿Qué han hecho fuera de la política? ¿Cuál es su historia? ¿Qué han creado?

Usted que ahora está en la capacidad de dar y nombrar, con humildad, gánese el respeto de la gente, no crea que esos regalos y reconocimientos son a usted, sepa a conciencia, que son regalos al puesto.

Observe su alrededor y observe los cadáveres de líderes circunstanciales que pululan por ahí cabizbajos, sin brillo, deseando que alguien por lo menos los mire.