El tema haitiano y la hipocresía elevada a su máximo exponente

Ultima Actualización: lunes, 26 de septiembre de 2022. Por: Luis Henriquez Canela

Por: Luis Henriquez Canela

Nunca he escrito sobre Haití y sus ciudadanos porque lo considero una monserga sin destino plagada de emociones.  Discutir sobre ese país es similar a lidiar con la religión, la política, la pelota, entre otros temas. El fanatismo le gana a la sensatez.

 

Como la mayoría de ustedes saben, fuimos educados e instruidos en nuestra niñez y juventud por una maestra que comenzó a impartir docencia cuando apenas era bachiller. Su vocación iba más allá de las destartaladas aulas en las que la ejercía; llegaba hasta su propia casa y sus convicciones se introducían hasta en nuestros huesos, esa era mi madre. De convicciones firmes y reciedumbre moral. La fiscal, le llamábamos.

 

Ella, instruida durante el régimen de Trujillo, ¿qué esperan ustedes que sea? Pues anti haitiana hasta el tuétano. Así crecí, leyendo la historia dominicana plagada de sufrimiento por la dominación y luego de heroísmo. Quisqueyanos valientes alcemos…, qué emoción sentíamos al cantar el himno cada mañana.  Y todavía.

 

Ya de grande, después de andar y desandar, me convenzo de que, detrás de la lucha anti haitiana lo que hay es una gran hipocresía. Apoyo con los ojos cerrados a los sectores que luchan día a día reclamando que el gobierno controle al migración indiscriminada. Apoyo toda iniciativa tendente a dotar de regularidad a una migración descontrolada que si nos descuidamos se nos arroja encima. Apoyo todo lo que realce, mantenga y proyecte nuestros valores culturales y nuestra permanencia como nación por los siglos de los siglos.

 

Lo que no apoyo es que mientras los explotamos en los campos, sigamos con la cantaleta. Se sabe que el anti-haitianismo nuestro es visceral, intenso; además, permanente, nos fue inoculado en nuestro ADN, pero de ahí a estar predicando de que no los necesitamos, de que se vayan, de que son invasores; hay un gran trecho.   

 

A nosotros nos está pasando lo mismo que a Europa con los africanos, y va a seguir pasando ya que el hambre no conoce límites ni fronteras.

 

Por eso hay que ver a Haití como oportunidad no como problema. ¿Cómo? Siendo reflexivos y juiciosos. Continuar fortaleciendo la tesis ante la comunidad internacional de que carecemos de los recursos para afronta esa situación, apoyar, por el momento, el restablecimiento de un gobierno -sea democrático o no-, registrar a los migrantes dentándolos de su respectivo permiso de trabajo o residencia, según sea, controlar las mafias que hay en la frontera, insistir en la construcción de hospitales en su terreno.

 

Si usted cree que Haití no es una oportunidad, pregúntele a los comerciantes de Dajabón y a los agricultores de Constanza, pregúntele a estos últimos si el dominicano quiere trabajar en el campo, pregúntele y verá. El dominicano lo que quiere es…,mejor dejo ese tema para luego.