Por pura coincidencia quedé atrapado en mi asiento entre un grupo de mis conciudadanos, de la diáspora, experimentando una sensación mezclada de vergüenza y pena, por la mala costumbre de nosotros de "pensar en voz alta". Y de verdad bien alta.
Creemos que hablar duro y narrar su vida es un mérito. Que todos deben ser testigos de sus buenas y malas.
El tema más socorrido, como es obvio, fue el Covid-19, y la vacuna. Se complicó aún más cuando un amigo viajero me saludó llamándome por el título profesional. "Hola Dr. Redondo, que gusto verlo". De ahí pa'lante se complicó más la cosa. Todas querían una consulta en el avión.
Pero lo que más me costó comprender y razonar fue la proporción tan alta de personas que dicen que no se van a vacunar; "... que su vacuna está allá arriba, en el cielo". Los no vacunados eran los que más tuvieron que ser llamados a la atención por los sobrecargos, por quitarse la mascarilla, para que los oigan mejor, digo yo !!!.
Aterricé en "Las Americas" muy triste porque estamos anteponiendo falsos criterios religiosos a la ciencia y el sentido común. El mensaje no ha llegado por la buena.
Me convenzo más de que tenemos que comenzar a aplicar las medidas A LA MALA.