“Amín sigue siendo mi héroe”

Ultima Actualización: miércoles, 23 de septiembre de 2020. Por: Artículo Invitado

A 50 años. A punto de cumplirse el aniversario del asesinato del líder revolucionario Amín Abel Hasbún, su viuda Mirna Santos, rememora los dramáticos momentos de esa madrugada.

SANTO DOMINGO.-Alrededor de las 6:00 de la mañana del 24 de septiembre de 1970, Día de la Virgen de las Mercedes, sonó el timbre de la casa incesantemente.

Mirna Santos, embarazada, se levantó, asomó al balcón y observó a varios hombres, entre uniformados policiales y de civil. Bajó la escalera, le abrió la puerta, y le preguntaron por Amín Abel Hasbún.

Le respondió que su esposo estaba en la habitación. Subieron, ya Amín alertado por lo que sucedía, se había puesto ropa y esperaba.

Vivíamos el primero de los tres periodos del presidente Joaquín Balaguer, conocido como los Doce Años (1966/1978), y Amín era, además del más brillante estudiante de ingeniería de la universidad estatal, líder estudiantil y posterior combativo dirigente revolucionario.

Lo sacaron a la sala junto a su esposa, su hijo Ernesto Van Troi, de dos años, y una joven que cuidaba al infante. Entonces comenzaron a ejecutar el plan. De repente los agentes exclamaron que encontraron un arma de fuego. Amín ripostó que esa arma la habían colocado ellos, porque él no fue armado a su casa.

Escucharon un diálogo en la cocina entre policías y el ayudante fiscal Tucídides Martínez Howley, quien abruptamente salió nervioso de la casa, argumentando que haría una llamada telefónica al jefe del Servicio Secreto de la Policía, coronel Luis Manuel Arzeno Regalado, desde una estación de combustible al frente.

Amín le gritó que no les abandonara. Que la vida de él y su familia corría peligro.
Mientras allanaban la casa, Amín sentó al niño en la pierna, y le pidió que le cantará una de las canciones que aprendía en la escuela y Ernesto comenzó a cantarle La Cucaracha, mientras ella lloraba intensamente.

“Deja de llorar, porque mira como tu hijo canta para alegrarnos y verte llorar lo pondrá triste. Tienes que ponerte”, le pidió su esposo.

Dentro de la casa tres hombres vestidos de civil dirigieron la maniobra, forcejeaban con Amín por llevárselo.

El perseguido, que cargaba en brazos al niño, se negaba a salir sin su esposa. La pareja se abrazó para protegerse, pero ella fue empujada hacia atrás y él arrastrado hasta la escalera. Los hombres bloquearon la puerta por fuera.

En medio de la desesperación y el llanto de su hijo, Mirna escuchó los disparos. Volvió al balcón y pidió auxilio a la gente que llegaba.

De lejos ella observaba una discusión y el reclamo del comandante de la patrulla, el teniente uniformado, a los civiles, sobre qué habían hecho. “Coño, tú sabías muy bien que teníamos que matarlo”, le respondió uno de ellos, según recuerda.

Se atribuye al raso Luis Hermógenes López Acosta haber disparado. Luego de cumplir una condena mínima fue puesto en libertad.

Los agentes del Servicio Secreto se marcharon en un carro Chevrolet grande y dejaron a la patrulla con el problema.

Aun así Mirna creía que Amín solo estaba herido, pero dejaron pasar al periodista Rafael Reyes Jerez, del vespertino El Nacional, a quien recuerda por su solidaridad, y le informó que estaba muerto, haciendo señal con el dedo por el cuello.

El teniente uniformado subió a la casa y le pidió que se cambiara de ropa, todavía estaba en bata de dormir, porque tenía orden de llevarla arrestada al cuartel general de la Policía junto al niño.

También se llevaron a la joven que colaboraba con los quehaceres de la casa.
“Como la escalera era estrecha, tuvimos que pasar por encima del cadáver de Amín”, relata reviviendo el sufrimiento.

Su hijo vio cómo su papá, de 28 años de edad, se desangraba, tirado en la escalera. La cabezada destrozada.

Su cuerpo quedó boca abajo, y sus manos parecían agarrarse del filo de uno de los escalones. Gruesos hilos de sangre tiñeron de rojo la escalera.

Luego de unas cinco horas arrestadas mandaron a buscar a Mirna desde la oficina del jefe de la Policía, general Elio Osiris Perdomo Rosario, quien supuestamente en nombre del presidente Joaquín Balaguer, se unía al dolor de la familia.

Fueron a la funeraria en la avenida Bolívar y decidieron velarlo por dos días en la explanada de la facultad de Ingeniería de la UASD.

Llevan su nombre calles, centros educativos, una estación del Metro de Santo Domingo y la emblemática facultad de Ingeniería y Arquitectura donde él estudió con notas sobresalientes y se instituyó un premio con su nombre para estudiantes sobresalientes. En su memoria fue fundado el Frente Estudiantil de Liberación Amín Abel (FELABEL).

El dirigente Fidel Santana, autor de la biografía de Amín, Un Gigante Dormido, calificó el asesinato como una de las tragedias más dolorosas del pueblo dominicano.

“Fue un paradigma de la juventud y sus ideas fueron el pretexto para arrancarle la vida”, afirma.

En su libro está basada la película “339, Amín Abel Hasbún: Memoria de un Crimen”.
Dime Mirna, qué se siente, de qué tamaño fue ese dolor, escribió Jimmy Sierra y cantó José Antonio Rodríguez.

Origen familiar
Amín nació el 12 de octubre de 1942, hijo de una pareja palestina. Su nombre árabe, significa digno de confianza. Su rostro, con simbólicos lentes negros de pasta, queda marcado para siempre, al igual que sus ideales de justicia.

Su padre fue Mahoma Abel Nafise y su madre Liliana Hasbún Wesnom. Ambas familias llegaron a República Dominicana por diferentes vías.

Mahoma y Liliana se casaron y prosperaron con tiendas de textiles.
Sus hijos fueron Jalim en el 1940, Amín en el 1942, Faisal en el 1944, Abdalah en el 1945 y Musa en el 1947. Mahoma murió el 12 de diciembre de 1988 y Liliana el 2 de abril de 2009.


El crimen se produjo en su casa, en un segundo nivel, de la calle Francisco Henríquez y Carvajal 339, en las proximidades de la avenida San Martín, sector Villa Francisca, Santo Domingo.

 

Muy cerca había un edificio comercial desde donde se cree se estableció una vigilancia para determinar que Amín estaba en la casa.

Una cacería

 El guión Amín Abel Hasbún tuvo una muerte violenta en su propia casa. Otros de los que participaron en el secuestro del coronel Crowley, también tuvieron un final parecido.

Un día antes de la muerte su hermano Faisal lo llevó a su casa y al ver vigilancia en los alrededores le advirtió que se cuidara. Reaccionó como en otras ocasiones, diciendo que no fuera cobarde, en palabras más llanas.

Por: eldia.com.do