La violencia es un hecho que está ahí, a nuestro lado, carcomiendo nuestra sociedad de una manera implacable. Ya no es que exista más allá de nuestras fronteras, en las grandes ciudades, en pueblos, en barrios marginales, en la casa de enfrente, sino que está dentro de nosotros mismos. Nos hemos acostumbrado a vivir como si la violencia fuera el paisaje que envuelve a la sociedad de hoy día, ha penetrado en todos los rincones de la vida individual y social. Ha tocado todas nuestras partes más sensibles.
La violencia es una realidad, una actividad aprendida, y la aprendemos desde el momento en que nos bombardean a diario con actos violentos que digerimos como esponjas; y digo esto porque es un espectáculo tan cotidiano que rara vez nos detenemos en ello.
He empezado a pensar, y no es nada nuevo, que existen tres causas básicas que explican las múltiples violencias que padecemos: una económica, otra política y otra socio-cultural. La primera nos instala la posesión y distribución de la riqueza en el mundo. La segunda, refiere una injusta distribución del peso político. Y el contexto socio-cultural integra aquellas situaciones que toman como única medida de resolución, la fuerza. Es, sin embargo, la intolerancia un factor dominante, que tiene que ver con la capacidad de solucionar las diferencias civilizadamente, tanto en los espacios públicos como privados.
También están los estímulos desapercibidos que interactúan sobre nuestro psiquismo con el único objetivo de idiotizarnos. Estos son los puntos que causan la violencia, pero veamos otros matices más concretos que nos acercan la violencia a nuestros hogares: crisis de identidad, decadencia de valores, pobreza, escenas macabras reiteradas.
El niño que llora sin ser escuchado, la anciana del quinto que se come su soledad habiéndose desvivido por siete hijos, la opresión diaria que siente ese empleado por un jefe autoritario, la discriminación de esa persona que ha perdido la autoestima, el asesinato de un joven porque ha mirado mal a otro, esa televisión llena de gritos, imágenes y ruidos que dañan la vista y el oído y más, mas ...resulta extremadamente difícil abarcarla en toda su realidad y mucho más procurar alguna solución para dominarla absolutamente, eso es una utopía. Pero ya es bastante si rechazamos su presencia en cualquiera de sus formas. Así, también, hemos de olvidarnos de esos mitos o creencias aceptadas como válidas sin ser sometidas a reflexión crítica: La violencia familiar es producto de algún tipo de enfermedad mental, se ha comprobado que el índice es mayor como consecuencia de enfermedad social.