Puerto Plata es testigo de una obra en su malecón que, lejos de ser motivo de orgullo, ha levantado un sinfín de preguntas. La construcción que se lleva a cabo, irónicamente calificada por algunos ciudadanos como una “remodelación”, parece avanzar bajo un manto de secretismo. Ni las autoridades han informado a quién pertenece, ni se conoce su propósito, y mucho menos qué impacto tendrá en el espacio público y en la comunidad.
De noche, bajo la luz de la luna, se trasladan materiales y se realizan labores que han dejado a más de uno cuestionando: ¿por qué este sigilo? Las autoridades aún no han dado explicaciones claras, pero los ciudadanos tienen memoria. Recordemos las polémicas casetas instaladas en la zona del malecón, que inicialmente fueron cedidas a comerciantes dominicanos, quienes posteriormente las vendieron a extranjeros. Con el tiempo, estos espacios se convirtieron en negocios exclusivos que relegaron a los locales. ¿Se repetirá la historia?
Además, no podemos ignorar que esas estructuras no solo ocuparon el espacio asignado, sino que, según denuncias, se han extendido de forma fraudulenta, apropiándose de más terreno del permitido, sin regulación ni consecuencias. Entonces, ¿qué garantías tenemos de que esta nueva obra no siga el mismo camino?
Los habitantes de Puerto Plata, quienes deberían ser los principales beneficiarios de cualquier proyecto en su malecón, se encuentran desinformados. No saben quién ha otorgado los permisos, quién se beneficia directamente de esta construcción, ni cómo impactará en el acceso y disfrute de un espacio que pertenece a todos.
Más preocupante aún es el silencio de nuestras autoridades locales y del Ministerio de Turismo. ¿Por qué no se han pronunciado sobre este proyecto? ¿Qué se está construyendo y bajo qué criterios? La falta de transparencia no solo genera desconfianza, sino que abre la puerta a especulaciones sobre intereses privados que podrían estar por encima del bienestar colectivo.
El malecón de Puerto Plata es más que un espacio físico: es un símbolo de identidad y orgullo para la comunidad. Si las autoridades no aclaran rápidamente de qué se trata este nuevo proyecto y quiénes están detrás, corremos el riesgo de ver cómo este lugar se transforma nuevamente en un espacio para unos pocos, mientras los puertoplateños se quedan con las preguntas y sin respuestas.
Es momento de exigir explicaciones. Las obras públicas deben ser eso: públicas, transparentes y para el beneficio de todos. La ciudad y sus ciudadanos merecen saber la verdad sobre lo que está ocurriendo en su malecón.