La cacerola endiablada

Ultima Actualización: viernes, 18 de octubre de 2024. Por: Artículo Invitado

Efraín, residente en la parte céntrica de la capital, trabaja como director en un gran banco dominicano. Por sus ingresos y el de su esposa cae en lo que denominan clase media alta. 

 

Ambos poseen carros de lujo y en esa torre donde viven, hay de todo. Piscina climatizada en el piso once, gimnasio, farmacia y hasta un pequeño supermercado. No tienen necesidad de salir de su casa, sin embargo salen. 

 

Visitan los más lujosos restaurantes de la ciudad y lo hacen con mucha frecuencia. Todavía no tienen hijos, se casaron hace un año y en la lista de bodas incluyeron los trastes de cocina. 

 

La señora del servicio, doña Julia, sólo está para limpiar ya que por los trabajos de ambos casi siempre almuerzan fuera. 

 

Por sus ingresos, ambos tendrán que pagar mucho más impuestos de los que pagan ahora y ven amenazada su vida contemplativa. Tendrán que restringir un poco las degustaciones y las sobremesas en esos lugares de alta gama. 

 

Efeain nunca había entrado a la cocina. Ni siquiera estuvo presente cuando su esposa destapó aquellos regalos; esas preciosas ollas y esas cacerolas importadas. 

 

Ayer entró, y pudo notar la limpieza extrema con que doña Julia conserva los utensilios. Todo está casi nuevo. 

 

Nunca imaginó que el uso que le daría a una de las cacerolas era el de piquetearla en son de protesta. 

 

Se unió al concierto despreocupadamente y advirtió lo bien que suena. Esto es una maravilla pensaba, es como una especie de cencerro maldito que sirve para expresar lo que no puede con su voz. 

 

Ahora, de vez en cuando, se une al coro de los lamentos, al coro de los piquetes que reflejan el descontento de un pueblo que aboga por el desmonte de los privilegios, de las botellas, de las exoneraciones, del pulpo eléctrico que es uno de los mayores robos y que mantiene este país de rodillas.

 

Por suerte Abinader se retracta y recula cuando nota la impopularidad de una medida. 

 

Esperemos que así sea porque al paso que vamos, no quedará intacta ni una de esas endiabladas cacerolas de marca, ni las que no lo son.