La Buena Ortografía y la Conciencia Social: ¿Reflejo de Inteligencia y Responsabilidad Ciudadana?

Ultima Actualización: jueves, 26 de septiembre de 2024. Por: Félix Corona

En una sociedad donde los hábitos y las costumbres reflejan los valores de cada individuo, las diferencias entre aquellos que respetan las normas básicas de convivencia y quienes no lo hacen se hacen más evidentes. Un ejemplo clave es el de las personas que cuidan su ortografía y el comportamiento responsable de los jóvenes que practican el arte, en contraste con aquellos que descuidan el espacio público arrojando basura a las calles y quienes, con poca conciencia, no respetan las luces de los semáforos. Este artículo busca explorar la relación entre la buena ortografía, la educación, el respeto por las normas y la responsabilidad social.

1. La buena ortografía: Más que una habilidad, una decisión personal
El dominio de la ortografía no solo demuestra un nivel de educación, sino también un compromiso con la claridad y el respeto por la comunicación escrita. Para algunos, como es el caso de un estudiante universitario que tuvo la experiencia de perder puntos en un examen por faltas de acentuación, la ortografía es una decisión personal. Este estudiante tomó la determinación de perfeccionar su escritura tras esa experiencia, comprendiendo que las palabras, al igual que las acciones, tienen peso y consecuencias. Aquellos con una buena ortografía tienden a desarrollar un pensamiento más organizado, lo que podría reflejarse en otras áreas de su vida, incluida la responsabilidad cívica.

2. Los que tiran basura plástica: ¿Quiénes son estas personas?
Es común observar cómo ciertos sectores de la población se desentienden de la higiene y el orden urbano, arrojando basura, especialmente plásticos y envases desechables, en las calles. Esto no solo genera un impacto ambiental negativo, sino que también contribuye a las inundaciones en tiempos de lluvia, cuando los imbornales se tapan. La pregunta que surge es: ¿quiénes son estas personas? Según diversos estudios y observaciones, suelen pertenecer a un grupo que carece de una educación sólida en valores y respeto por el espacio público. Este comportamiento parece estar correlacionado con una falta de conciencia generalizada que afecta tanto su forma de escribir como su forma de actuar.

3. Los que no respetan los semáforos: Un peligro latente
Otro comportamiento que refleja irresponsabilidad social es el de aquellos que no respetan las luces de los semáforos, tanto conductores de vehículos como motociclistas. Esta conducta pone en riesgo no solo la vida de quienes la practican, sino también la de peatones y otros conductores. No respetar las normas viales es un acto de desprecio hacia el bienestar colectivo, y representa una de las principales causas de accidentes de tránsito. Es imperativo que tanto conductores como motociclistas tomen conciencia del peligro que esto representa y comprendan que las reglas viales no son opcionales, sino una obligación cívica.

4. Los jóvenes que estudian arte: Un ejemplo a seguir
En contraste, encontramos jóvenes que, a pesar de venir de barrios humildes, demuestran una dedicación especial a sus estudios y a su desarrollo personal. Tal es el caso de los jóvenes que toman clases de violín en la Casa de Arte de Sosúa. Estos estudiantes no solo desarrollan una habilidad artística, sino también un profundo sentido de disciplina y respeto por su entorno. Para ellos, tirar basura en las calles o desobedecer las luces del semáforo no es una opción, pues entienden que sus acciones individuales impactan en el bienestar colectivo. Este tipo de comportamiento refleja que la educación, en cualquiera de sus formas, es una herramienta clave para la transformación social.
Conclusión:

El contraste entre quienes cuidan su ortografía, se educan en el arte y muestran responsabilidad cívica, y aquellos que descuidan tanto el lenguaje como su entorno y las normas de tránsito, es evidente. La buena ortografía y la educación artística parecen ir de la mano con un comportamiento responsable, donde se demuestra que la inteligencia no es solo académica, sino también social y cívica. Quizás, el esfuerzo por mejorar la ortografía podría verse como un primer paso hacia una mayor conciencia sobre el impacto de nuestras acciones en los demás y en nuestro entorno. De la misma forma, respetar las normas de tránsito y cuidar la higiene urbana son actos que reflejan el nivel de civilidad de una sociedad.