De Decisiones, de Causas y Azares.

Ultima Actualización: sábado, 21 de agosto de 2021. Por: Jose Alberto Reyes Ortega

Los niños no se habían percatado de los cambios del clima y disfrutaban de un baño refrescante aquel septiembre todavía caluroso.

- A eso de las 11:00 am. el azul del cielo se tornó un poco rojizo haciendo contraste con las nubes grises que iban subiendo en el este. Ya se presagiaba la tormenta ventosa que se avecinaba desde el litoral. Tormenta tropical fue considerada por los expertos a través de la red.

 Los niños no se habían percatado de los cambios del clima y disfrutaban de un baño refrescante aquel septiembre todavía caluroso.

 Ya en la cordillera lejana llovía a cántaros y el dulce arroyuelo se convertiría en un monstruo de aguas turbulentas con destino oeste llevando consigo muerte y tragedia.

El huerto de Alfonso estaba ubicado a unas tres horas en mulo. La bestia inquieta advertía al agricultor que debía suspender las labores, recoger los frutos, las viandas y las verduras para salir rápido antes que la lluvia y el viento los alcancen. Para la ocasión ya Carmen yacía desnuda en el lecho estrujando las sabanas con el primo Joaquín que había llegado desde Norteamérica con el brillo de la esclavitud en el cuello, los guillos en la muñeca y los últimos nikes que salieron de la tienda.

 Toda su indumentaria estaba delicadamente doblada en la sillita de guano junto al lecho nupcial de Alfonso. El ruido ensordecedor de las primeras brisas no permitió a los amantes infieles escuchar la llegada del esposo. El machete afilado surcaba el espacio llevando consigo muerte.

 Don Jorge no permitió que Juan se retirara de la tienda un poco más temprano para llegar a casa junto a su esposa y sus dos hijitos. Le fue impuesta la tarea extra de proteger los cristales con madera para combatir la tormenta que había tomado fuerza y ya se consideraba un huracán categoría tres. Terminó la tarea encomendada, se despidió del jefe y se dirigió al parqueo para manejar hasta su hogar.

En el momento que tomaba las llaves para abrir la puerta de su vehículo un estruendo se escuchó a sus espaldas, se había desprendido un cable de alta tensión sintiendo un relámpago de luz que lo dejó momentáneamente cegado. El látigo eléctrico tocó apenas el cuerpo mojado de Juan rostizándole la piel.

Su familia esperaría a quien no llegaría. La misa matutina había iniciado a las 10:00 am., puntual como siempre. Al final del culto el padre Benito recibía los niños en una oficina de la parroquia donde improvisaba un confesionario. Tomás mostraba preocupación por Carlitos, su hijo único, que de un tiempo a la fecha rechazaba asistir a las actividades de sus compañeros, al parque a jugar, a la misa de los domingos.

Sus ojitos alegres y resaltarines habían perdido la luz de la alegria natural, su actitud inquieta se había vuelto un tanto tímida y sedentaria. El niño en pánico había obligado a su psiquis a negar que algo le sucediera. Como de costumbre y por última vez Carlitos asistió al confesionario después de la ceremonia, obligado a exculpar sus pecados inocentes mediante el acto de la felación como penitencia.

Tomás se introdujo por la puerta trasera sigilosamente, revólver en mano, la furia en la mirada y la determinación del acero en su corazón. Las campanadas de las 12:00 redoblaron en la cabeza del pederasta al compás de la pólvora en explosión accionada con el percutor del arma, alojando la bala en el craneo, destrozando libremente en astillas el parietal.

Ya las lluvias copiosas del manto tropical alcanzaban la colina campestre decorada por la casa de oración y perdición. El desplazamiento del acontecimiento natural produjo secuelas de dolor causales, casuales y eventuales en actos de coincidencias funestas e indescriptibles en un espacio, en un tiempo y varias tragedias.

Autores tomados como referencia;

- Rubén Blades

- Silvio Rodríguez

Jaro.-