Un pueblo sano y un peregrino inoportuno

Ultima Actualización: jueves, 30 de abril de 2020. Por: SANTIAGO LOZANO

Por: Santiago Lozano

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Desde el mismo corazón de nuestro pueblo Puerto Plata, nacido y criado bajo los rayos del sol tropical, bañado y refrescado por las aguas y brisas yodadas de nuestro imponente océano Atlántico, nos vemos precisados a emitir algunas consideraciones con relación a la presencia del llamado Peregrino, mensajero de un sincretismo abundante en nuestro país y que el fatídico 25 de abril llegó hasta nuestra ciudad, a inquietar las tranquilas olas de nuestras playas.

El fanatismo religioso y el analfabetismo, no es necesario que converjan, pero en nuestro país, no están tan lejos de esa realidad, por el estado de pobreza a que hemos sido sometidos por décadas y que no es de asombrarse por la cantidad de falsos profetas que pululan en distintas regiones, atribuyéndose la  facultad de tener poderes de hablar con Dios, sanar, arrastrar multitudes y hasta pronosticar los números de las diferentes loterías que tenemos y que los gobiernos son los principales promotores de esa realidad.

La ciudad de Puerto Plata, no los puertoplateños, fue receptiva de una multitud de infelices fanatizados, que esperanzado en mejorar su suerte y enfermedades, llegaron hasta nuestra playas buscando su sanación y lo que se expusieron fue posiblemente a encontrar el contagio de una pandemia que hasta ahora mantiene a los científicos de la medicina dando tumbos sin saber qué hacer, mientras millares de personas se mueren en todo el mundo.

Defiendo a los nativos de nuestra zona, porque orgullosamente al contar con centenares de kilómetros de playas, ni siquiera en los veranos más cálidos acuden a ellas y especialmente en Semana Santa, prefieren que sean bañistas de otras latitudes los que abarroten las mismas.

Los puertoplateños hemos respetado todas las iniciativas que han promovido las principales autoridades, cumpliendo con todas las directrices y los protocolos de prevención por la pandemia del COVID-19.

No niego que de algunas zonas aledañas de nuestra provincia hayan participado algunos incautos, inspirados en la mejor buena fe y fanatizados por la corriente “salvadora del peregrino”   y se unieran a los que motivaran esa masa a crearnos esos inconvenientes.

Compueblanos, hemos podido pasar un mal rato con la cantidad de informaciones que han sido difundidas en el país y en el exterior, pero las cosas pasarán y ese orgullo que siempre hemos tenido, de ser descendientes de grandes intelectuales y héroes nacionales, no será resquebrajado por la inconducta de quienes utilizaron a esos pobres infelices cargarlos como manadas y traerlos a nuestros predios.

De seguro que su conciencia no estará tranquila, que el verdadero Dios, el crucificado en la cruz y que murió por la verdad, se encargará de que un día, los pondrá a dar gritos al cielo por su desafortunada acción en contra de esas creencias falsas y de un pueblo que no merecía tan desacertada manipulación.