La capacidad de votar III

Ultima Actualización: martes, 13 de febrero de 2024. Por: Angel Artiles Diaz


 

La Ciencia Política se afana por identificar y analizar los ingredientes que concurren en la explicación de la conducta electoral y la decisión del voto del ciudadano común. Las glosas teóricas   desarrolladas en la fragua de la disciplina de la sociología política, han construido múltiples elucidaciones sobre los determinantes de la conducta electoral del sujeto votante, que encontramos apiladas en las cuatro esquinas del comportamiento social: el conductismo, el funcionalismo, la teoría general de sistemas y el racionalismo. Determinantes teóricos que generan una heterogeneidad de modelosque permiten el proceder de los actores políticos y, entre éstos, el comportamiento del votante.

El catálogo partidista latinoamericano se ha trocado en una variedad asombrosa de   categorizaciones y tipologías, aquella rebeldía de la juventud que nos empujaba al adoctrinamiento, se ha refugiado en la indiferencia, se ha camuflado con tatuajes, ensordecido con   bocinazos a cualquier hora, con los que anuncian y justifican sus inútiles existencias y encuadran sus egos de especie humana marginada del discernimiento ético de valores ciudadanos a los que han tenido un acceso tan precario, que no los han podido digerir.

A esto se suma que los autoproclamados líderes políticos, aunque sean piezas codiciadas por la geriatría y del carbono 14,  no abandonan el barco aunque se hunda, su meta no es servir, sino estar arriba con el bigote entintado, hasta rayar en la ridiculez más abyecta, mientras el relevo generacional anquilosado pisa el rastro de estiércol de los caballos trotones de ese caudillaje arqueológico.

El sistema de partidos latinoamericanos traspasó los linderos de la institucionalización y se albergó en el formato numérico, buscando niveles de polarización que les garantice un acuerdo y un patrón de competición que los justifique hacia afuera, en la configuración de los electorados populacheros.

 

La inequidad en la distribución de las riquezas, caracteriza la etapa que vivimos los latinoamericanos, la riqueza se concentra en estratos sociales muy reducidos, mientras crece el número de microempresarios, y el ejército de lumpen-proletarios se estanca en la ciénega del denominado sector informal y se aliena consumiendo sustancias alucinógenas y pagando el impuesto a la esperanza de las bancas de apuestas. 

El Estado, utilizado como empleador para granjear adepciones, concentra o absorbe grandes masas de la población anquilosada,  las envilece, matándole la capacidad de iniciativa e implanta una dictadura con respaldo clientelar. Fuera de ahí, el denominado sector formal de la economía, raya los linderos de la nulidad, los elementos constitutivos de la clase media se transmutan, ya no sabemos cuáles características debe reunir un ser social para ser ubicado en la clase media; muchos se han refugiado en el trabajo por cuenta propia o sector informal.

¿Neoliberalismo o políticas de ajuste, que reducen la participación del Estado a los espacios regulatorios? ¿De dónde se deriva la realidad que engulle al latinoamericano contemporáneo, de qué fenómeno es consecuencia esta realidad que respiran los habitantes de las excolonias del nuevo mundo? 

Tienen los diseñadores de esta realidad, alguna respuesta al auge de la criminalidad, a los crecientes y diversos procesos migratorios. ¿Cómo responde el neoliberalismo al delito aspiracional? Y otra pregunta no menos importante: ¿Cuál es la respuesta a la metamorfosis que ha sufrido la democracia, en la que cada partido político y cada candidato constituyen un proyecto económico? ¿Plutocracia o democracia?

¿Qué pasa con nuestro comportamiento electoral, hasta dónde alcanza nuestra  capacidad para decidir por quién  votar? Los latinoamericanos no contamos con un índice de coherencia partidista, las masas están de espaldas a la relevancia de los temas sustantivos, de las políticas públicas y no les importa  la naturaleza de los partidos políticos,  su realidad, ni sus andamiajes internos, y solo procuran el sustento y el cobijo diario, de ahí su agenda cortoplacista y la irracionalidad que los anquilosa  para utilizar la capacidad de determinación.