Cual si fuera en los tiempos de las lecturas bíblicas que relatan los hechos ocurridos entre: los hermanos Caín y Abel, Abraham y su sobrino Lot o simplemente David y el Rey Saúl, donde el egoísmo, la envidia y las pugnas por el poder no permitían el reconocimiento de las cualidades y los logros obtenidos por la parte considerada como opuesta, hecho que en la generalidad terminó en división y muerte; en República Dominicana nuestros políticos y otros sectores llevan el mismo enfoque, cosa que la sociedad no debe permitir.
Como si fuera un patrón vemos el esfuerzo que hacen grupos antagónicos por desprestigiar, desacreditar y desmoralizar a algunos grupos, incluidos Periodistas y de la Sociedad Civil, que les resultan adversos.
De esa misma manera algunos políticos buscan fijar en la mente de los dominicanos lo que llamo negatividad, obviando cualquier buena acción es como si sólo existieran, cosas desalentadoras.
En este momento vivimos en nuestro país una experiencia entre mentiras, acusaciones y contra acusaciones por la puesta en circulación de una información de manera impulsiva, emocional y mal intencionada, de la que su autor, Johnny Arrendel se está retractando y pidiendo excusas pero, el escándalo ya está hecho.
No debemos olvidar que por acciones como estas fueron realidades: las muertes de Abel de mano de su hermano Caín, la muerte del Rey Saúl y, el surgimiento y posterior destrucción de Sodoma y Gomorra en tiempos de Abraham y Lot, donde sólo salvaron la vida él y sus parientes, protegidos por la intercesión su tío Abraham.
A los que aún nos queda un poquito de asombro debe llamarnos la atención que personas graduadas de las Escuelas de Comunicación Social en la República Dominicana, colocados en importantes medios y espacios de comunicación a nivel nacional, mismos que a diario critican a los que hacen uso de las redes sociales como espacio para comunicar y que tan fácil se hayan dejado arrastrar por una falsa noticia emitida en una de estas.
Lo que más me impresiona es, que aparentemente no fue por defender la ética en la comunicación sino por dañar la reputación de personas que hasta prueba en contrario, son honestas y con una trayectoria de compromiso social, visible ante todos.
Este feo espectáculo se da en una aparente situación de euforia y desesperación para exigir supuestamente que se explique el uso de unos fondos provenientes de la Agencia para el Desarrollo Internacional de los Estados Unidas (USAID), que por su origen, cualquier investigación no tiene jurisdicción en nuestro país y, si el Gobierno estadounidense entiende que procede cualquier indagatoria al respecto del capítulo desarrollado en República Dominicana, a su debido tiempo lo harán.
Lo triste de esto es que mientras más necesidad tiene nuestro país de comunicadores, medios y espacios de comunicación honestos, íntegros y comprometidos con los mejores intereses de la colectividad estos, cada día se alejan más de esos valores y de su rol de ser el equilibrio entre el Estado y la sociedad.
Es lamentable que esas distorsiones al comunicar motivan el odio y la división entre los dominicanos con menor capacidad de razonamiento, que es la mayoría, lo que en cualquier momento puede hacernos repetir las tragedias narradas en las citadas historias bíblicas.