Peor que las inundaciones que Puerto Plata ha padecido durante el último mes, es la parálisis que se cierne sobre la Jurisdicción Inmobiliaria de este Distrito Judicial.

Después de haber tenido una juez con personalidad, con decisión, con conocimiento, seria, capaz, conocedora del oficio, conocedora de la zona, de la gente, de los abogados, agrimensores, alguaciles; en fin, conocedora de todo, ahora no hay nada. Sólo suplentes imberbes, temerosos, timoratos y hasta mal criados. Uno no sabe si es complejo de superioridad lo que les inculcan en la Escuela, pero de que dan boches, dan boches. Y al más bonito.

En cambio ella, Vilma Diaz Colombo, era la eficiencia personalizada, la psicóloga, la componedora. La máxima representación de la inteligencia emocional. Su estatura moral supera con creces la del sistema mismo. Pero, al parecer, Puerto Plata no la merecía. Es mucho.

En la capital se debe saber que aquí casi todos los negocios inmobiliarios están detenidos porque cuando no fluyen los expedientes, todo se paraliza.  Es una cantidad abrumadora de trabajo, toda una provincia a la espera de la solución de sus problemas en el orden de la Jurisdicción Inmobiliaria y no se resuelven.

No hay dudas de que lo que el Estado invierta en el Poder Judicial lo va a recuperar con creces en impuestos.  Todo está paralizado; deslindes, transferencias, condominios, sucesiones, todo.

Y  se está mencionando solamente el caso de la Jurisdicción Inmobiliaria, por solo señalar una rama del Poder Judicial, pero da pena ver la profundidad del agujero en el que ha caído la judicatura.

Se debilita de manera extrema el acceso a la justicia por parte de los ciudadanos.  Se crean barreras que es precisamente lo que se quiere evitar.

Son válidos los reclamos del presidente de la Suprema Corte.