El teleférico de Puerto Plata: humillado

Ultima Actualización: domingo, 01 de mayo de 2022. Por: Artículo Invitado

Una comunidad con largo historial de combate contra el despotismo, solidaria con la lucha de los pueblos por su libertad como ocurrió con cubanos y puertorriqueños, y lugar por donde llegaron las expediciones patrióticas en junio de 1949 (Luperón) para enfrentar la tiranía de Trujillo.

Artículo invitado.

Por: Santiago Castro Ventura/Acento.com.do

Una comunidad con largo historial de combate contra el despotismo, solidaria con la lucha de los pueblos por su libertad como ocurrió con cubanos y puertorriqueños, y lugar por donde llegaron las expediciones patrióticas en junio de 1949 (Luperón) para enfrentar la tiranía de Trujillo.

Estamos acostumbrados a que ciertos sectores políticos pretendan tergiversar la memoria histórica contemporánea, esto es entendible porque el sangriento latrocinio que se extendió por cincuenta años del trujillato y el balaguerato, desde el punto de vista histórico-universal aún está reciente. Con el grave ingrediente que muchos de sus acólitos hábilmente han cambiado de casaca, e insisten en atenuar los vejámenes de los siniestros cabecillas de esos momentos de absolutismo político. Han llegado al extremo que por “decisión congresual” lograron designar a Joaquín Balaguer como “Padre de la democracia”,  parte de una estrategia que persigue en el momento oportuno restaurar el título de “Padre de la Patria Nueva” para Trujillo. De ahí, que no puede sorprendernos que desde el Senado lograran se aprobara una moción designando el teleférico de Puerto Plata con el nombre de Joaquín Balaguer, el más conspicuo continuador, promotor y encubridor de la “Era de Trujillo”.

Ese culto a la personalidad auspiciado por los propios tiranos criollos tiene raíces históricas. Pedro Santana desde su primer Gobierno inauguró la política de vincular los bienes materiales y políticos del Estado a sus intereses personales. De tres goletas gubernamentales que existían en su época, la principal tenía el nombre de “Pedro Santana”, luego se adquirió un bergantín que también se le colocó la susodicha denominación. Del dinero que había pillado al Estado, Santana no erogó recursos para adquirir esas embarcaciones. No obstante, con esto inauguraba la figura paternalista de pretender que las acciones ejecutivas del Estado son propias de los presidentes, no del presupuesto estatal y las coyunturas político sociales que lo demandan.

Por eso no es fortuito, que Ulises Heureaux al teatro público de la ciudad de Santo Domingo, levantado con fondos públicos y por una necesidad social lo denominará Teatro Heureaux. Después Trujillo designó el puente de Pajarito o Villa Duarte con el nombre de Puente Heureaux y a la sección Cercadillo en la frontera le puso el nombre de su también colega Pedro Santana, todo para tener una “justificación” en la desenfrenada designación de calles, avenidas, provincias, escuelas y todos los locales oficiales con su nombre y el de sus familiares.

Horacio Vásquez pese a su popularidad, no solo desarrolló su último Gobierno de modo autoritario, además de crear las condiciones para que Trujillo lo heredera,  prosiguió la  continuidad de la labor de autobombo colocando su nombre a propiedades del Estado, una calle de Santo Domingo paso a denominarse Presidente Vásquez y la sección fronteriza mal llamada “Santana”, paso a nombrarse Villa Vázquez. Cuyo nombre  ostenta de nuevo, en vez de «Lucas de Peña» el gran héroe ignorado de la revolución de febrero de 1863 contra la anexión, como se designó en 1962, tras la caída de la tiranía trujillista.

Trujillo llegó a lo insólito, cambiarle el nombre de la ciudad capital, la primera ciudad de América, por el de Ciudad Trujillo. Lo peor es que todavía sus secuaces justifican esto alegando que él construyó la ciudad después del ciclón de San Zenón. Trujillo cuando asciende a la presidencia ya era millonario a expensas del hurto de los fondos del Ejercito, pero este señor no desembolsó un centavo de su fortuna para la reconstrucción de la ciudad, que fue asumida por préstamos y ayudas de instituciones internacionales encabezadas por la Cruz Roja. Todo lo contrario, Trujillo se dedicó a desviar esos fondos para su provecho personal y Angel Morales a través de Sunmer Welles denunciaron en los organismos internacionales el saqueo de estos recursos, y entonces fue que se decidió invertirlos en la reconstrucción. Sin embargo, Angel Morales que por poco pierde la vida por esta denuncia, hoy es un gran desconocido.

 

Los herederos políticos del trujillismo sueñan con la restauración no solo de calles y avenidas que “veneren” al tirano y sus secuaces, sino que se le reconozca el insultante título de “Padre de la patria nueva”. De ahí, que insistan en rehabilitar la personalidad histórica de su principal panegirista Joaquín Balaguer. Este personaje durante la tiranía fue responsable de crear argumentaciones baladíes para justificar no solo el desfalco del erario por parte de Trujillo, sino sus actos criminales. En sus afanes de “limpiarse” llegó al extremo de publicar el libro La palabra encadenada, donde se presenta a Trujillo como un muchacho travieso, un “enfant terrible” de la política, al mismo tiempo que se autodescribe como “inocente mariposa”, en medio del crimen institucionalizado al que sirvió con bastante entusiasmo y provecho personal.

Veamos algunas de las “travesuras del Jefe” insertadas en La palabra encadenada. Con profunda “candidez” puntualizó Balaguer su complicidad en el asesinato del capitán Octavio de la Maza, cuando le informó a Trujillo que el embajador de Estado Unidos solicitaba se le interrogara en relación al asesinato de un piloto norteamericano involucrado en el secuestro de Galíndez. Balaguer señala que por el tono en que le habló su “Jefe”: […] comprendí que la noticia había conmovido vivamente a Trujillo y que algún plan había nacido en su mente en aquel mismo instante”.  Conocía a plenitud el instinto criminal de su querido “Jefe”. ¿Cuántos crímenes no comprendió de modo previo? (Joaquín Balaguer. La palabra encadenada.   Fuentes Impresores, S. A. México, 1975. p. 250).

 

Balaguer quien hizo galas de lucidez hasta el final de sus días, se presentaba como un simple “informador” de Trujillo en el caso Galíndez, pero nunca se refirió a la acusación que le hizo el asesinado Manuel de Dios Unanue, renombrado investigador colombiano del caso Galíndez, quien le imputó la condición de miembro prominente del comando trujillista de encubrimiento de ese mentado secuestro y asesinato. Stuart A. Mckeever, también investigador de este caso, indicó que Balaguer admitió le habían entregado 7 millones de dólares a los abogados de Washington, Frank y Joseph Rosenbaum, que maniobraban en Estados Unidos con el ensangrentado expediente Galíndez. Mckeever inserta una declaración del coronel Vega Pagán (del comando de encubrimiento) que decía «Balaguer manejaba la mayoría de los documentos sobre el asunto de Galíndez». (Manuel de Dios Unanue. El caso Galíndez. Los vascos en los servicios de inteligencia de EEUU. Editorial Cupre. New York, 1988. pp. 59-60.  Stuart A. Mckeever. Stuart A. Mckeever. El rapto de Galíndez y su importancia entre las relaciones Washington y  Trujillo. Academia Dominicana de la Historia. Santo Domingo, 2013. pp. 345-346).

¡Excelente padre de la democracia ensangrentada!

En relación al asesinato de Ramón Marrero Aristy, el distinguido intelectual y padre de la democracia ensangrentada, nos dice:

“En la tarde del crimen, a una hora en que ya Marrero había sido seguramente arrojado por el precipicio en que su cadáver fue hallado junto al de su chofer, Trujillo entró a mi despacho para preguntarme por la víctima”. (Joaquín Balaguer. Obra citada. p. 238).

Con esa declaración “ingenua” pretendía hacer creer que Trujillo le “tiraba un gancho”, para ver su reacción, cuando en realidad conocía muy bien el lenguaje en parábola de su jefe, que lo estaba instruyendo para las respuestas que debía ofrecer cuando se hiciera pública la información del “accidente de tránsito”. Balaguer en esos momentos era el “presidente”.  Dejó claro dominaba muy bien la jerga criminal trujillista, cuando señalaba que al día siguiente al informarse del “accidente” en medio de un almuerzo, el “Jefe” comentó: “Qué accidente más raro! ¿Qué andaría buscando Marrero por Constanza?”.  Como buen entendedor del código de la muerte vigente, Balaguer apuntó para la historia: “Nadie articuló una palabra más, pero todos adivinamos en seguida el significado de las que pronunció Trujillo con aire de sorpresa”. (Joaquín Balaguer. Obra citada p. 240).

Sobre el horrendo crimen de las hermanas Mirabal, Balaguer con acento cándido, refiere que en esa ocasión Trujillo también actuó a tono  con: “sus simulaciones “muchas veces cínicas”. Destacó que al difundirse la noticia del “accidente”, envió a buscar a Cándito Torres jefe del SIM, y lo increpó porque no le informó del caso de las Mirabal, diciéndole:

“¿Y no sabe usted que las hermanas Mirabal han sufrido un accidente y que es posible que ese crimen se achaque al Servicio de Inteligencia, como ocurre cada vez que muere alguien señalado por el rumor público como enemigo del Gobierno? Váyase seguido y adopte las medidas que sean de lugar para que ese acontecimiento casual no se tome como pretexto para un escándalo”. (Joaquín Balaguer. Obra citada p. 240).

Balaguer narra la desfachatada actitud de Trujillo como un “testigo casual”, soslayando que  ocupaba el cargo de presidente de la República en los momentos en que se montaba ese espectáculo de mal gusto. No observó, al narrar esa farsa sangrienta el menor escrúpulo para pedir disculpas, porque entonces desde el más alto cargo de la nación se hacía cómplice por omisión de uno de los más espantosos crímenes de la historia nacional. Y lo que es peor, llegando al extremo de contarlo como una de las “ocurrencias del enfant terrible”.

Podríamos seguir enumerando las complicidades de este padre de la democracia ensangrentada durante el trujillato, pero sería muy prolijo. Esto sin entrar en detalles de los numerosos homicidios auspiciados por sus “fuerzas incontrolables” en los 22 años de Gobierno de su exclusiva responsabilidad, como: Pichirilo Mejía, Guido Gil, Amin Abel, Sagrario Díaz, Flavio Suero, Narciso González, Henry Segarra, Chapo, Mamá Tingo, Gregorio García Castro, Orlando Martínez, Otto Morales, Maximiliano Gómez, Homero Hernández, Tito Montes, Amaury German Aristy, Virgilio Perdomo Pérez, Bienvenido Leal Prandy, Ulises Cerón Polanco, los hermanos Viloria, Rafael Guillen, Salomón Lama, Orlando Mazara, Eladio Peña de la Rosa, Radhamés García, Rolando de la Maza, Silvio Abud, Rafael Mota, los muchachos del Club Héctor J. Diaz, los ametrallados por el sargento ráfaga en Barahona, los jóvenes de Hato Mayor y muchos otros dominicanos, que cometieron el grave “delito” de disentir de las ideas políticas del padre de la democracia ensangrentada.

Ante los persistentes intentos de evaporar tanta maldad política, nos adherimos a la justiciera solicitud planteada por un nutrido grupo de ciudadanos, que ha elevado una instancia a la Cámara de Diputados solicitando que sea desestimado el horrible adefesio aprobado en el Senado, pretendiendo despojar al teleférico de la cuna de Luperón, de su nombre natural: Puerto Plata. Todo esto responde a la intención oculta de crear las condiciones para reconocer al extinto “Jefe” como “Padre de la patria nueva”.

No es fortuito que al escoger el nombre del corredor de autobuses en el área de la compartida avenida Jimenes Moya-Winston Churchill, se prefirió el nombre de Churchill, porque el de «Comandante Enrique Jimenes Moya» irrita a ciertos sectores con poder, les recuerda un paradigma que ellos  quieren anular la: Gesta heroica del 14 de Junio de 1959. Actitud revanchista que inició Balaguer cuando ordenó colocar el nombre de Plazoleta Trinitaria a la zona del Puente Duarte para no designarla con la merecida denominación  de «Plaza de héroes y mártires de Abril de 1965». Los trinitarios nunca incursionaron por Galindo, nombre original de esa zona, donde cayeron centenares de dominicanos en la lucha por el retorno a la constitucionalidad en 1965. La plazoleta Trinitaria debe ser el parque Colón, allí Duarte le asestó una derrota histórica a los afrancesados que pretendían enajenar Samaná a favor de Francia el 26 de mayo de 1844.

Puerto Plata una comunidad con largo historial de combate contra el despotismo, solidaria con la lucha de los pueblos por su libertad como ocurrió con cubanos y puertorriqueños, y lugar por donde llegaron las expediciones patrióticas en junio de 1949 (Luperón) para enfrentar la tiranía de Trujillo, y la  sección marítima de semejantes propósitos en junio de 1959 (Maimón y Estero Hondo), no merece que un bien construido por una necesidad social con dinero del pueblo, sea mancillado colocándole el nombre de un personaje funesto en la historia dominicana. El teleférico debe seguir siendo el «Teleférico de Puerto Plata», si se desea otro nombre solo es posible «Teleférico Gregorio Luperón», digno orgullo de Puerto Plata y de todos los dominicanos, por su entrega desinteresada a la lucha por los mejores intereses de la patria