El juego de san Andrés

Ultima Actualización: miércoles, 01 de diciembre de 2021. Por: Rafael Hernandez

Los campesinos aprovechan lo que les brinca la naturaleza y para esta fecha siembran habichuelas, aprovechando las continuas lluvias de estos días que favorecen dicha siembra.

Desde que tenemos uso de razón hemos jugado el juego de San Andrés en esta Vega nuestra. En la niñez era un juego muy sano, pues se lanzaba polvo talco sin olor comprado en las farmacias, a todos nuestros amiguitos y viceversa. Era un juego que se disfrutaba. Lo clubes sociales de la ciudad hacían los famosos Bailes Blancos a los cuales asistía numeroso público, pues esta era una ciudad muy festiva.

 

Los campesinos aprovechan lo que les brinca la naturaleza y para esta fecha siembran habichuelas, aprovechando las continuas lluvias de estos días que favorecen dicha siembra.

 

Mientras tanto, el juego fue evolucionando. Eran tiempos aquellos sin estufas, y se cocinaba con Lena y Carbón. Y como se producía abundante ceniza, fueron sustituyendo el talco por cenizas, provocando irritaciones en los ojos de sus víctimas. Iban a las escuelas y durante el receso tiraban todo cuanto podían haciendo del espacio escolar una anarquía que llevó a que en determinados años fuera suspendida la docencia en este día.

 

Luego el juego pasó de blanco a rojo. El tigueraje de los barrios formaba amplias pandillas que se dedicaban a lanzar sin piedad a todo transeúnte huevos de granja previamente preparados para que el vaho te hiciera cambiarte de ropa inmediatamente. Primero fueron batallas campales entre pandillas, que luego generalizaron a todo el mundo, e incluso penetraban halos sectores residenciales tirando esos huevos podridos a para las casas y si estaban cerradas se los tiraban a las puertas.

 

Luego aparecieron las camionetas artilladas con barricas llenas de agua, desde las cuales se lanzaba agua a todos los transeúntes sin importar quien fuera ni su edad, ni cómo andaba vestido. Esto incluso llegó a provocar tiroteos, convirtiendo el espacio citadino en tierra de nadie. Los padres dejaron de enviar sus hijos a la escuela o a cualquier diligencia por las calles.

 

Llegaron al colmo de poner a podrir excrementos, huevos y hojas de repollo desde días antes, y los lanzaban por las ventanas de los colegios privados, dañando uniformes y aulas sin poder usar en una semana, uniformes que hubo que botar, porque no botaban el bajo impregnado.

 

Hoy día no sé cómo ocurre, pues no salgo ni al frente de la casa. Me imagino que con tantas armas de fuego disponibles debe estar imponiéndose un “respeto mutuo”.

FELICIDADES

¡A TODOS LOS “ANDRÉS” EN SU ONOMÁSTICO!!!!