La capacidad de votar -IV

Ultima Actualización: lunes, 15 de agosto de 2016. Por: Angel Artiles Diaz

Paradójicamente, el político vernáculo latinoamericano, empíricamente domina la racionalidad de votar de las grandes masas hambreadas.

 Cuando  el atildado liderazgo del populismo articulavínculos con los ciudadanos, lo hace con tramposería y sin escrúpulos,sabedores de que no habrá consecuencias en esta sociedad arrebañada, alienada;por esa razón, no importa que la oferta sea bullanguera, cherchera, hueca,jaranera, pendenciera, buscarruidos y ruidosa, bochinchera, alborotada ysoliviantada.     

¿Qué es un voto racional? A decir de Anthony Downs (1957),cuando a la racionalidad como concepto la aplicamos al comportamiento delvotante, implica que ese instrumento de selección de gobernantes será utilizadocomo un medio para alcanzar fines específicos: primero, que gane el candidatode nuestra preferencia y, segundo que ese triunfo redunde en algún beneficioparticular o colectivo.

Downs planteó que el votante racional aplica en política losmismos criterios que se aplican en economía al momento de la toma dedecisiones, si los beneficios son superiores a los costos, se deciden y votan,sino se abstienen. De ahí la proclividad a la abstención del votanteconsciente.

El voto puede generar dos beneficios:  a) El beneficio a corto plazo para elvotante, que puede ser hasta el simple deseo de estar del lado del que gana eltorneo, en un vano regodeo fútil que se consume ante la mirada envidiosa delque perdió;  b) El beneficio a largoplazo que pueden recibir los ciudadanos por el fortalecimiento que el votopuede insuflarle al sistema democrático, al funcionamiento de las leyes y lasinstituciones.

Para el votante racional, a corto plazo, el voto vale pocacosa, por lo que se inclina por no votar. Esto trae como consecuencia que sitodos los votantes racionales piensan igual, la democracia como sistemadesaparecería, ahí surge el valor denominado “deber ciudadano”, que utiliza elsistema para combatir la racionalidad del cortoplacismo que aconseja no votar,y nacen las ofertas del modelo de partido responsable, en los que el primerengañado es el líder y sus amanuenses más cercanos, que promocionan laeventualidad del largo plazo de un modelo ético de gobierno, y lo enciendencomo candileja en el firmamento de la incertidumbre y nos exigen o nosproponen  “el voto consciente”¿Consciente de qué cosa?

Esa idea del “deber de votar”, ORLEY Ashenfelter y StanleyKELLEY, JR. (1975), esos factores “que inciden sobre la decisión de losciudadanos de votar o abstenerse y la decisión de votar, son factores dedifícil   comprensión” Andrés SantanaLeitner (2007), son variables que consumen los afanes de las ciencias políticascuando de comportamiento electoral se trata. Los modelos de elección racional ylas razones que explican el voto, han colmado la capacidad argumentativa de losestudiosos de las ciencias políticas y sociales (Barry 1970, 13-23; Green yShapiro 1994, 47-71).

Paradójicamente, el político vernáculo latinoamericano,empíricamente domina la racionalidad de votar de las grandes masas hambreadas,ya sea guiado por asesores inescrupulosos o por aplicación instintiva de lasartes engañosas aprehendidas en la fragua menesteriosa de los afanes diariospor escalar o por mantenerse en la escala. Nuestro político, generalmente noestudia, pero absorbe todas las tramposerías disponibles en los catálogos del faenar partidario y las aplica comonorma y obtiene resultados asombrosos, que dejan en la gatera a los estudiososde la teoría de la elección racional en Ciencia Política. 

Y cuando modelo de partido responsable, (subidito a la aceray con las faltriqueras llenas de citas, por si se ofrece la oportunidad demontar una escuelita en cualquier par de ignaras orejas) llega al votante y leadvierte del engaño  “el vulgo se echa areir” porque asimila las malas artes como la nomia establecida. Esa es la razónpor la cual, los quijotes de ese modelo, terminan libando el divino néctar deldios Baco en cualquier cafetín de clase media anquilosada, tarareando cancionesde Maná y Joaquín Sabina.

 

("¿No te suenan, ignaro y querido amigo, los nombres deestos conquistadores?; la metafísica premoderna impartida en la posguerra porlas ignaras turbas escolásticas aposentadas en sus cátedras hacía retroceder envarios siglos la situación de la filosofía en nuestro país"). Anónimo