NUESTRA CAPACIDAD DE DETERMINACIÓN -VI

Ultima Actualización: sábado, 14 de mayo de 2016. Por: Angel Artiles Diaz

Lo que pretendemos ya no tiene precio, lo que era nacionalismo ahora es racismo a conveniencia, pregonado por los que opinando mataron la información.

A pesar de vivir en un mundo que ha perdidola inocencia (Max Weber), no acertamos a entender la modernidad, nos desgatamosevitando sufrimientos con promesas de aventuras desarrollistas que fomentan lacultura del egoísmo en medio de la escases, nos sumimos en una conjunciónparadójica de intereses, en una tolvanera inmarcesible que nos  irradia hacia una perenne desintegración, másallá de las fronteras de la renovación, de la arcaica “lucha y unidad decontrarios”, que degeneró en una anfibología angustiosa.      

Lo que pretendemos ya no tiene precio, loque era nacionalismo ahora es racismo a conveniencia, pregonado por los queopinando mataron la información. Tratamos de entender "la cosa y sucontrario''  ¿Por qué el chisme, de rumorpasa a ser noticia?  Por qué la lógica detipo dialéctico, que primaba en los debates, ahora es una paradoja de marcaesencial que no nos deja ver el  momentocrucial  de posibles cambios históricosque se fragua en la presente crisis.

Sin ideología no hay propósitos, ni agendasocial, ni metas políticas, ni posibilidad de cambio, solo queda abierta la perspectivade  remasticar la antítesis de unaconstrucción racional, para anteponerla al pensamiento del mercado, de la plazapública, al criterio popular, de introducir los pies debajo de la mesa yengullirnos el almuerzo,  sin acabar deencontrar el camino hacia ese lugar donde uno se da cuenta de que en lavastedad del caos se puede producir el reencuentro con el aburrimiento y ladesesperanza y, a partir del codeo mutuo, dejar de ser gallinas y dedicarnos aperseguir el lobo.

Perdemos el control del sentido de la vida, que a criterio de la creenciacolectiva, estaba en manos del sistema aposentado  en la ya oxidada jaula de hierro, de MaxWeber, (1905). Y ahora lo que cuenta es que el tiempo discurra, que pase y sederrame sobre los compases trazados en la hoja raída del pentagrama social, sinimportar el espacio, ni las reglas del juego ni los discernimientos deracionalidad inculcados a partir de los intereses del comercio y moldeados (comodebe ser) por el comercio mismo.

Esa desaparición aciaga  del sentido de la vida, dejó el campo libre ala invasión y al dominio de (como dijo Weber) la racionalidad instrumental, o(como lo articuló Marx) del rol determinante de la economía: las “bases” de lavida social infundieron a todos los otros ámbitos de la vida el status de“superestructura” –es decir, un artefacto de esas “bases” cuya única funciónera contribuir a su funcionamiento aceitado y constante. Tal cual hoy queotorgamos un sentido beisbolero a la expresión  “bases”, diciendo que solo sirven para pisarlas.

La economía también perdió su propialógica, bajo cuya sombra debíamos habitar arrebañados, esperando el resultadode la formula dinero-tiempo, conocida como salario,  o plazo para el pago de intereses, sin losembates de la oferta y la demanda, sin la incoherencia de la especulación, sinsorpresas, sin plazos de caducidad al dorso, “derritiendo los sólidos” delManifiesto Comunista, batiendo el futuro con la mano esquelética de lahistoria, envuelta en los harapos del ethos, asfixiada por el  pacifismo de la sociedad impotente.

Esta sociedad dominicana está rodeada decuestiones irrelevantes, lo moral y ético subyacen trastocados, sin posibilidadde reforma, la generación de relevo, la  responsablede la antorcha, no conoce la moral sin dogmas de José Ingenieros, nisiquiera  se han enterado de laposibilidad de un posible nuevo orden, en evidente mayoría  deambulan por las calles haciendo sonar sus enormes bocinas, anunciando lapresencia de su existencia inútil e irrelevante, anónima; a no ser por el ruidoensordecedor del efecto demostración, no serían más que un número en el censo.