|   POLICÍAS Y 
				MILITARES VIVIENDO DE LA CARIDAD PÚBLICA
				Por: Luis H. Canela
				30 de Septiembre de 2009 Mientras los gobiernos 
				sigan pensando que los policías 
				 y militares pueden vivir de la caridad pública, seguirán 
				los apresamientos de dotaciones enteras como ha pasado en Puerto 
				Plata en los últimos tiempos. Seis, ocho o diez mil pesos 
				de salario se consumen en una 
				vivienda en tan solo una semana, claro, comiendo salami, arroz 
				blanco con huevo, pan y no en grandes cantidades, los hijos en 
				las escuelas públicas con zapatos de reemplazo, ropas carcomidas 
				por el uso intensivo y con miles de precariedades.
				  Nadie, por más serio 
				que sea, puede realizar una buena labor bajo esas condiciones.
				 Lo he dicho en más de 
				una ocasión, para usted exigir, tiene que pagar 
				y mucho mas cuando lo que se está 
				pidiendo es el arrojo, la valentía, el 
				cumplimiento del deber a costa de poner 
				en riesgo la propia vida. 
				 No se puede obtener 
				lealtad a toda prueba cuando la precariedad está presente en 
				cada casa de esos servidores públicos.
				 Si bien es cierto que el 
				hombre honrado, íntegro, no tiene precio, la cruda realidad le 
				convierte esa virtud en vicio. Dada la descomposición social 
				imperante,  hasta sus 
				propios hijos podrían ser los primeros en criticarle su 
				parsimonia en la obtención de prendas, 
				al precio que sea.    Tal vez a uno o dos 
				jefes de policía de los últimos tiempos he oído hablar sobre 
				aumentos de sueldos, pero todo se ha quedado en anuncios o los 
				aumentos han sido tan pírricos que se han consumido comprando 
				una o dos libras de arroz de más.
				   Si la situación sigue 
				como va, continuarán las complicidades, los complots, las 
				maniobras, los manejos, las trampas, los engaños y con ellas las 
				detenciones y bajas deshonrosas, no solo de una dotación, sino 
				de decenas y en todo el país.    Con la carestía de la 
				vida, con las exigencias del medio, nadie vive feliz con diez o 
				quince mil pesitos. Esos hombres y mujeres que arriesgan sus 
				vidas las veinticuatro horas del día merecen mejor suerte.
				   Por su condición, no 
				hacen huelga, como los médicos, porque si fuera por las 
				penurias, la escasez e insuficiencia de medios que tienen, 
				pasarían, de eso estoy seguro, los trescientos sesenta y cinco 
				días protestando. Por solidaridad yo me uniría. 
				¿Y usted? 
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