Del Coral al Ámbar

Ultima Actualización: lunes, 05 de febrero de 2018. Por: Artículo Invitado

Hace 20 años, Puerto Plata era la provincia líder en oferta habitacional turística del país, con 15,608, superando a La Altagracia, que en 1998 disponía de 13,287 habitaciones.

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Hace 20 años, Puerto Plata era la provincia líder en oferta habitacional turística del país, con 15,608, superando a La Altagracia, que en 1998 disponía de 13,287 habitaciones. Hoy día, la oferta hotelera de Puerto Plata ha caído, mostrando apenas 12,784 habitaciones. La Altagracia, sin embargo, ha triplicado la suya, ofertando 40,890 habitaciones a junio del 2017.

 

Previo al 2001, el Aeropuerto Internacional Gregorio Luperón en Puerto Plata, superaba al de Punta Cana en la recepción anual de turistas. En 1996, mientras 616 mil turistas ingresaron por Puerto Plata, apenas 394 mil lo hicieron por Punta Cana. El año pasado, mientras el Aeropuerto Internacional de Punta Cana recibió 3.64 millones de turistas, el Gregorio Luperón apenas recibió 548 mil, 11% menos que hace 22 años.

 

¿Se ha reducido el número de playas en la Costa Norte? No. Las cuatro provincias costeras (Montecristi, Puerto Plata, Espaillat y María Trinidad Sánchez) cuentan con 86 playas, más que las 59 que ofrecen El Seibo, La Altagracia, San Pedro de Macorís y La Romana.

 

La Costa Norte tiene una oferta turística atractiva que conjuga lo histórico y cultural, un envidiable acceso marítimo, un abanico de deportes acuático, el turismo de aventura, y playas espectacularmente deslindadas por montañas. No hay una zona más atractiva en la Hispaniola para el turismo de veleros y cruceros que la Costa Norte.

 

A pesar de lo anterior, la realidad es que donde todo comenzó, hoy luce apagado cuando se contrasta con los destellos y luces de la geografía que para muchos en el extranjero, es sinónimo de República Dominicana: Punta Cana.

 

Aunque la iniciativa privada no puede librarse totalmente de responsabilidad por el ocaso del turismo en la Costa Norte, la mayor cuota de responsabilidad recae en el Estado dominicano. La verdad es que gobierno tras gobierno han dejado de mirar al Norte y optado, año tras año, por recorrer el Camino a La Altagracia, dejando cuantiosas inversiones públicas en su peregrinaje que los delata. Mientras las cuatro provincias de la Costa Norte (Montecristi, Puerto Plata, Espaillat y María Trinidad Sánchez) apenas recibieron inversiones públicas por RD$13,215.2 millones en el periodo 2012-2017, las cuatro estrellas orientales (San Pedro, La Romana, La Altagracia y El Seibo) recibieron RD$40,021.6 millones, tres veces más.

 

No ha importado que la Costa Norte, incluyendo sus vecinos colindantes (Santiago y Duarte), hayan pagado impuestos por RD$19,747.5 millones en el 2016, 25% más que lo pagado por las cuatro provincias orientales (RD$15,835.7 millones). Tampoco que la población que se beneficia de la inversión pública en la Costa Norte (incluyendo a Santiago y Duarte) sea de 2.2 millones de habitantes, más del doble del millón que habita en el Oriente. Uno tiene que caer en un trance de perplejidad pues si se pondera el costo político de reformas tributarias, siendo coherentes, debería ponderarse también el beneficio político de la inversión pública. Viendo la data poblacional, cualquier gurú en marketing político deduciría al instante que un peso de inversión pública en la Costa Norte genera más beneficio político que un peso invertido en el Oriente. Y si no nos gusta la data poblacional, reconozcamos que la suma de aguiluchos y gigantes es casi tres veces mayor que la de estrellitas y toros.

 

Una de las barreras más serias que enfrenta el desarrollo integral de la Costa Norte es el acceso por vía terrestre desde Santo Domingo y Santiago. Ir de Santo Domingo a Puerto Plata toma actualmente casi 4 horas, mientras que llegar desde Santiago consume 1 hora y 45 minutos. No es por casualidad que la mayor parte de las exportaciones de zonas francas (80%), a pesar de ser manufacturadas en el Norte (46%), salen por los puertos de Santo Domingo.

 

El error más lamentable que podría cometer cualquier Gobierno es pensar que reparando o remodelando la Carretera Santiago-Navarrete-Puerto Plata, o rehabilitando y ampliando la Carretera Gregorio Luperón, podría eliminar esta barrera. La deben reparar y remodelar, pero reconocerlas solo como vías alternas para quienes no deseen ahorrar combustibles y 70 minutos de trayecto a cambio de un peaje.

 

Puerto Plata y el resto de las provincias de la Costa Norte merecen contar con la misma infraestructura vial que el Estado ha dotado a San Pedro, La Romana y La Altagracia. La distancia lineal entre Santo Domingo y Punta Cana es de 166 kms. Entre Santo Domingo y Puerto Plata, 164 kms. Si llegar de Santo Domingo a Punta Cana toma hoy 2 horas gracias al moderno circuito Autopista Las Américas-Autovía del Este-Autopista del Coral, a Puerto Plata debería tomar lo mismo. Claro, si tuviésemos interés de relanzar el turismo, la construcción de hoteles y el desarrollo inmobiliario turístico de la Costa Norte.


Imaginemos por un instante que los santiagueros, a través de una moderna autopista a carriles, similar a la del Coral, pudiesen llegar a Puerto

Plata en 25 minutos, más rápido que lo que toma a un capitaleño llegar a Boca Chica. ¿Se imaginan el “boom” de inversión en desarrollo inmobiliario turístico que los capitales de Santiago y San Francisco de Macorís podrían generar en la Costa Norte?

 

Entre todas las posibles obras de infraestructura física que están pendientes de ejecutarse en el país, no existe una que pueda superar a la Autopista de las Águilas o Autopista del Ámbar (para evitar que los liceístas opten por torturarse tomando el Camino de Navarrete), en términos de tasa interna de retorno económico y social. Pero tampoco hay otra que pueda servir de ejemplo sobre los beneficios para nuestro desarrollo integral que pueden generar las Alianzas Público-Privada bien acordadas. La pobreza no solo se enfrenta construyendo escuelas y hospitales, sino también, construyendo infraestructura vial moderna que mejore la productividad del trabajo y la competitividad de la nación.