Los amarillos no tienen razón

Ultima Actualización: viernes, 21 de julio de 2017. Por: Ariel Heredia Ricardo

Cual narcisista, actúan con arrogancia y displicencia. Y es que los amarillos, una asociación de vendedores y artesanos, solo una parte de un gran número de asociaciones.

Cual narcisista, actúan con arrogancia y displicencia. Y es que los amarillos, una asociación de vendedores y artesanos, solo una parte de un gran número de asociaciones, que operan en la playa de Long Beach en el malecón de Puerto Plata, se benefician de las necesidades básicas de los bañistas y visitantes de la playa poniéndole precio a la necesidad humana, no importando las veces que una misma persona se tenga que presentar a realizar dichas actividades, vulnerando además la dignidad humana, un derecho constitucional.

Increíble es, que hasta un horario establecido tienen para el uso de los baños que ellos manejan, no como una medida de protección ambiental si no como un medio lucrativo, donde lo único que prima es el dinero. Hasta las seis de la tarde están abierto los mismos.

Se desconoce el poder que estos ostentan para que eviten que los restaurantes, que concomitantemente funcionan y cuyo horario se extiende, los que gozan de estructura física y que por naturaleza deben tener en su interior un baño, logren la construcción de estos. Todo el que tiene un local, sabe que es imprescindible tener dentro de si uno para el uso, tanto de los que en el laboran como de quienes eligen hacer un momento especial en el lugar, consumiendo los productos que este ofrece.

El ministerio de Turismo de esa ciudad, se mantiene al margen en una problemática que a la larga perjudica a todos, porque, mientras protege a algunos, desampara a otros, los terceros, que son el resto, salen peor dañados, sin dejar de lado tanto a los protegidos como a los no guardados. Y es que el ambiente se daña, la naturaleza grita.

La contaminación hace acto de presencia cual reina que se impone. Evita el manifiesto perfecto de una belleza nata, porque el deseo de unos pocos limita el buen vivir de los muchos. Aun de los suyos  propios.

El derecho de propiedad, establecido en el artículo 51 de la Constitución dominicana, cada quien lo invoca desde su óptica. Mientras que el artículo 66 de la misma carta magna, es más abarcador y como línea vertical, le determina a todos, que el equilibrio ecológico, de la flora y la fauna, y el medio ambiente con todo su espectro abarcado, tienen de protegerse. Permítanme recordarles que la playa, es de dominio público, cuidarla, es obligación de todos.

Su derecho es mi derecho y todo avalado por la misma fuente legal. El impedimento que los amarillos le hacen a los dueños de restaurantes, al limitar el uso del manejo de los baños, cobrando de manera diferencial por cada uso que los bañistas y visitantes hagan de él y en el horario establecido, tiene un efecto boomerang porque mientras ellos con personalidad narcisista, como antes se dijera,  se enfrentan a los dueños de restaurantes, la población aprecia menos de la belleza, el bienestar y el aire puro que la mayoría sale a buscar en ese lugar.

Y es que cuantas veces los bañistas encuentren en la zona las heces fecales de sus congéneres evitaran la visita al susodicho lugar. Y ojala, callados se quedaran. Pero el descredito que se ganan, solo por no pensar, y no querer ceder ante una situación de bienestar colectivo, es mayor de lo que ellos imaginan.

La imagen turística, que se ha querido levantar La Novia del Atlántico, está siendo atacada de una forma silente por los mismos que se nombran defensores del bienestar colectivo. ¿Hasta dónde llegaremos, contradiciendo con hechos lo que con palabras sostenemos?