El azar de la historia, la emoción y el triunfo de Donald Trumph-XXI - Parte 2

Ultima Actualización: miércoles, 28 de diciembre de 2016. Por: Angel Artiles Diaz

Aclara Westen, que la inteligencia política no es exclusiva del electorado, sino a la que deberían proyectar los propios candidatos y sus mensajes de campaña.

Aclara Westen, que la inteligencia política no es exclusiva del electorado, sino a la que deberían proyectar los propios candidatos y sus mensajes de campaña. Según un estudio realizado en el año 2004,   en plena campaña presidencial estadounidense, en una media aritmética de siete segundos el elector evalúa y califica candidatos: “…aún antes de que pronuncien una palabra…”; como lo hicieron exitosamente Reagan y Clinton, espléndidos comunicadores de gran inteligencia política y que, además de desbancar a un presidente en funciones, (Carter y Bush padre, respectivamente) lograron reelegirse 4 años después. O sea, a mayor inteligencia política del candidato, mayores posibilidades de que resulte victorioso. (Citado por Sergio J. González Muñoz -2007).

 

Decía David Hume que “la razón es esclava de la emoción”, que la razón no es la “guía de la vida”, contrario a Renato Descartes, que vinculaba la razón a  la existencia de ideas innatas, Hume  indicaba que los seres humanos “nos guiamos por la costumbre y por la experiencia” y no debe ser más (ought only to be) que la esclava de las pasiones: “La razón es, y debe ser, sólo esclava de las pasiones y no puede aspirar a otro oficio que servirlas y obedecerlas”.

 

Para Hume, la razón se forma, a través de los principios psicológicos de la asociación de ideas. Definitivamente, la razón nos lleva al escepticismo, pero Hume la reivindica como un “instinto maravilloso e ininteligible” que nace de “la observación y de la experiencia pasadas”.  En tal sentido “la razón es una pasión tranquila”.

 

Hume fue el renovador del escepticismo en la medida en que consideraba que la función de la filosofía debiera ser la de justificar nuestras certidumbres, cosa que no resulta posible en su totalidad si el filósofo continúa vinculado a conceptos que no tienen ninguna fundamentación posible ni en la razón ni en la experiencia sensible. (Ramón Alcoberro, Filosofia y Pensamiento).

 

En política electoral el aserto (palabras con las que se afirma una cosa) es cada día más determinante.

 

El diseño de campañas electorales y de selección de candidatos debe partir  de otras premisas, prohijadas en la inteligencia política, que como constante en la ecuación, no deben faltar bajo ninguna excusa, los aportes de las ciencias neurológicas y sociológicas en el marketing político contemporáneo, que aparte de ser una tendencia en esta materia, incide en la toma de decisiones en los torneos electorales más importantes del mundo, trae de nuevo a colación las obras de  Daniel Goleman acerca de La inteligencia emocional (1997), La inteligencia social (2006) y  La teoría de inteligencias múltiples, de Howard Gardner (1993).

 

Drew Westen, en su celebérrima obra plantea: “No podemos cambiar la estructura del cerebro político, que representa millones de años de evolución, pero podemos cambiar la manera en la que le hablamos”. Ahí nace la idea de la inteligencia política, la cual según el autor citado, la conforman varios elementos:

 

  1. La inteligencia emocional, la habilidad para manejar bien las emociones; reconocerlas, usarlas y controlarlas adecuadamente en nuestras interacciones sociales cotidianas.
  2. La empatía, capacidad de identificación mental y afectiva con alguien y de compartir su estado de ánimo… una especie de facilidad para “leer” a nuestro interlocutor y entender y sentir lo que el de enfrente está sintiendo.
  3. La habilidad de concitar bienestar o comodidad. El cerebro político detecta fácilmente en el lenguaje corporal del candidato, la comodidad o la ansiedad de éste con la convivencia en general.
  4. Habilidades para formar coaliciones y para administrar jerarquías.
  5. Inteligencia general, que es la capacidad de resolver problemas, pensar rápidamente y hacer o planear varias cosas a la vez.