El azar de la historia, la emoción y el triunfo de Donald Trumph-III

Ultima Actualización: viernes, 09 de diciembre de 2016. Por: Angel Artiles Diaz

Ya para el año 1925, la gestión bursátil de Nueva York, era una actividad tan o más atractiva que la producción industrial.

Ya para el año 1925, la gestión bursátil de Nueva York, era una actividad tan o más atractiva que la producción industrial. Con cinco o seis años de continuo crecimiento, esta rama de inversión atrajo a muchos estadounidenses, que prefirieron la especulación en la bolsa como punto de partida hacia la consecución de una vertiginosa fortuna.

Alentados por los propósitos expansionista de Calvin Cooldige, que se inauguraron abriendo de par en par las puertas de los mercados europeos a los capitales norteamericanos, con un primer empréstito de unos 200 millones de dólares a Alemania, seguido de otros préstamos como el de Locarno en 1925, y otros a los que accedió Alemania para tratar de sanear su descalabrada economía y enfrentar el oneroso pago de indemnizaciones a los vencedores de la Primera Guerra Mundial.

El frenesí de participar en la bolsa excitaba a todos las franjas de la población de forma irrefrenable, por eso confluyeron en la carrera especulativa, personas con dinero, ajenas a la actividad industrial, a los avatares de la economía y ni se diga de la actividad bursátil.

La obnubilación colectiva hizo que se considerara esa actividad como la meca del destino, llegando a creerse que todas las acciones eran buenas y que cualquier suma de dinero era apropiada para ser invertida en la bolsa, porque todo lo proviniera del mercado accionario estaba amparado por la suerte.

Fue tanta la demanda, que se produjo un alza desmesurada en el precio de las acciones y la cotización se trocó en especulación, colocándose la posibilidad de comprar acciones, en una utopía tan etérea como la sinrazón misma de comprarla. La respuesta a la imposibilidad de comprar con el dinero a disposición real de la ciudadanía, fue recurrir a los préstamos para operar en la bolsa. Craso error, cometido por millares de estadounidense.

Esta conflictiva etapa de la Primera Guerra Mundial, fue de evidente beneficio para los Estados Unidos de América, que colocados al otro lado del mundo, habían aprovechado la coyuntura sociopolítica de la vieja Europa, participando indirectamente en ese acontecimiento bélico, lo que les permitió alcanzar un posicionamiento privilegiado en el capitalismo mundial, constituyendo la década de los años 20, la etapa de la posguerra, un período de desarrollo de la producción, las exportaciones y de múltiples bonanzas financieras para el gran país del norte de América, de incuestionable magnitud y significación trascendente.

Todo lo anterior de cara a la devastación generalizada de las principales potencias, de una Europa naufragada en una situación de derrumbe total tras la Primera Guerra Mundial y de los Estados Unidos, que indemnes por no haber sido escenario de esa conflagración, aprovechó casi toda esa década, para aplicar la nueva táctica de dominio mundial de los republicanos que gobernaban, fundamentada en una estrategia económica y expansionista aplicada desde principios del siglo XX por los Estados Unidos, en América Latina y Asia, denominada como “la diplomacia del dólar”, consistente en trámite de préstamos, financiamiento de subversiones, cobro de deudas de guerra, aranceles aduaneros y estabilización monetaria, todo destinado a robustecer sus dividendos políticos de dominio en el exterior.

La diplomacia del dólar, ideado en el gobierno de Theodore Roosevelt, se manifestó con más fuerza durante el gobierno que le sucedió, el de William Taft, el cual la utilizó como fundamento de la política exterior de los Estados Unidos, para garantizar el dominio de países considerados estratégicos en esa época. Principalmente los localizados en América Central (despectivamente llamadas repúblicas bananeras) y Asia Central. Luego reciclada y aplicada durante y después de la Primera Guerra Mundial.

También, con esta estrategia, después de la Primera Guerra Mundial, Estados Unidos evadía alianzas que pudieran arriesgar su libertad de acción en cuestiones internacionales, con el propósito de salvaguardar a la gran nación norteamericana manteniéndola al margen de los embrollos nacionalistas y dinásticos, en cambio, en el plano económico, la cosa era diferente, debido a que las convenciones de posguerra con Europa concretaban un buen motor de desarrollo. Las relaciones internacionales se afincaron en una visión predominantemente economicista, frente al retraimiento político y social en el interior.