LA CAPACIDAD DE VOTAR –I

Ultima Actualización: jueves, 28 de julio de 2016. Por: Angel Artiles Diaz

¿Por qué votamos?

¿Por qué votamos? Las causales son  sociológicamente variables, los vínculosentre votante y candidato son absurdos. ¿Cómo logran los que nos representantransformar nuestra indiferencia en voto y luego en mayoría: con transaccionesmercuriales, con estrategias mercadológicas, con la inyección de ideologías?

¿Quién diseña los patrones para dar los cortes a lacompetencia partidista?  Fuera de laproducción literaria al respecto existen cuadernillos escritos a mano porcreadores de imagen, que cobran enormes sumas de dinero para sembrarpercepciones y cimentar la visión clientelar y el personalismo mesiánico  en  loscorrillos de los partidos latinoamericanos.

¿Desde cuándo se estudia el comportamiento de los votantes oelectores? Las primeras elecciones de las que se tiene noticias, se remontan alos siglos XVIII y XIX, en el Reino Unido y Estados Unidos, desde entonces sesomete a estudio el comportamiento del votante,   en que se afianza la tarea de estudiarcientíficamente (en la época moderna) el comportamiento de los electores ovotantes.

En las escuelas de Columbia y Michigan se encargaron de losestudios sociológicos y psicológicos, respectivamente, de la tendencia delvoto, dependiendo del comportamiento racional del votante, esto ocurrió en lasdécadas de los 40s y los 50s, momento histórico que podemos denominar la épocamoderna del estudio de la racionalidad del voto.

Nació la investigación basada en la teoría estadística delmuestreo para alcanzar cierto nivel de análisis del comportamiento agregado delos electores. Luego el estudio indicado precedentemente, enfiló cañones haciael comportamiento individual del votante. (subráyese estas dos categorías: a)comportamiento agregado de los electores; b) comportamiento individual delvotante).

Para el estudio sociológico para determinar las preferenciaspolíticas,  incidieron o se tomaron enconsideración,  las tipicidades  sociales de mayor presencia: oficios,creencias religiosas, raza  (o clasesocial), y para la psicología, se tomó en cuenta la vinculación de  los votantes  con el partido en el aspecto psicológico, cual si fuese una vinculaciónreligiosa, asimilada o inculcada desde la infancia, afinidad que difícilmentese cambie durante toda la vida y que era usada para tamizar toda la informaciónpolítica que pudiere llegar al votante así alienado o formado.

Ambas corrientes de interpretación (sociológica y psicológica)en principio, entendieron el “comportamiento del votante” o “acto de votar”como un comportamiento fundado en la racionalidad, omitiendo la posibilidad deque el votante ejerciera esa prerrogativa ciudadana de manera irracional.

En ese tramo de la historia electoral, en Estados Unidos, lasociología  trataba de entender losfenómenos políticos y las motivaciones del votante. También la psicología,trató de aplicar la teoría del conductismo,   apuntalado toda una trinchera de investigación, que se iniciaba a partirdel comportamiento perceptible del ser humano en su condición de elector(votante), procuraba razonar qué motivaba la actuación del votante, y llevó esecomportamiento del elector  a loscircuitos del estudio sistematizado que permitía cuantificar lo observado,  para establecer cotejos y poder emitir loscorrespondientes juicios valorativos. Partiendo de lo individual a locolectivo, tratar de  explicar elaccionar escrutando los estímulos y las respuestas a estos.

Mientras que la orientación psicológica influía comovariable de fundamentos subjetivos en las indicaciones valorativas que empleanlos concurrentes  a los torneoselectivos, partiendo de aspectos muy diversos, tales como el nivel de liderazgodel candidato a elegir, las maniobras de los partidos, el papel de la opiniónpública como parte de la superestructura ideológica para atraer al electorado yla constancia de contendor dentro del sistema de partidos como estímulos paraconcretar las preferencias de los votantes.

En fin, votar, muchas veces es: poner a prueba el deseoinstintivo de ganar,  saber por qué ni aquién le ganamos, sin poder explicar racionalmente los beneficios del triunfo,ni para qué sirve amontonar todos los pequeños rencores y echarlos por lacuneta de un proceso electoral.