TODO CAMBIA CUANDO VIENE EL
PRESIDENTE
Por: Luis H. Canela
Lunes 07 de Septiembre de 2009
Porque cuando el poder se
desplaza a las provincias todo parece rejuvenecer. La presencia
tirana de la “avanzada” anuncia un día impetuoso. El tránsito se
exalta, tapan los hoyos, retocan las aceras, desaparecen los
apagones y como por arte de magia, reaparece el agua corriente.
A los capitaleños les resulta
normal observar las permanentes caravanas de jeepetas negras
transportando los tutumpotes del poder, franqueadas por Policías
en Harley y seguidas por más una decena de vehículos. Aquí en la
provincia, esos espectáculos no se ven. En ocasiones se ve un
helicóptero aterrizar trayendo un funcionario de segunda
categoría que hace del día uno especial, pero nada más. La vida
bucólica del provinciano transcurre lenta, repleta de
esperanzas, atiborrada, eso sí, de la perorata insufrible de
algunos sobre las delicadezas o indelicadezas de la gente del
poder.
El contacto virtual del
provinciano con el poder, es solo eso, virtual y cuando se hace
real, como ahora, las cucarachas andan locas en los armarios
buscando sostén y nueva guarida. Es que para el provinciano el
poder está lejos e indudablemente lo deslumbra cuando está
cerca. Y escucha de lejos sobre metros y mega obras, grandes
puentes y elevados, pero sólo en la capital hacia donde, por
esas mismas razones, se ha mudado medio país.
Al provinciano puertoplateño
que no le vengan con promesas nuevas ya viejas; es decir, con
muelles turísticos y de carga construidos sólo en la imaginación
o carreteras de doble vía hacia Santiago que se construirán tal
vez en el año 2060, ni con hospitales en Sosúa, liceos
secundarios en Montellano, reconstrucción de carretera
turística, ni terminación de sistema sanitario y pluvial,
tampoco con carreteras que bordean el Atlántico por Maimón,
Guzmancito hasta Montecristi. Ya no queremos promesas, queremos
realidades.
Al presidente que venga y
disfrute del parque Independencia y su ceremonia, del Malecón
con su desfile, de la Avenida Manolo Tavárez Justo y todo lo
construido en el pasado reciente, lo único es que las luces de
esas obras tal vez ya no sean lo suficientemente claras para
alumbrar algunos aspirantazgos de notable rezago en la comunidad
para las elecciones congresuales y municipales próximas.
Todo cambia cuando viene el
Presidente porque ese día florece la esperanza marchita por las
excesivas promesas incumplidas y la gente va y ve y goza como si
fuera un carnaval; al otro día, todo sigue igual.
Pero todo cambia, eso es
cierto.
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