Opinión

 

LOS DUEÑOS DEL PAIS

10-12-2006 

La semana pasada leía sin rubor la noticia de que “los dueños del país” habían paralizado parte de la ciudad de Santo Domingo con una huelga no planificada en demanda de esas famosas “reivindicaciones” que no hay gobierno que las cumpla.   

Me detuve a pensar en ese mote: “los dueños del país”. Medité un poco y concluí que se parece mucho al de los dueños del circo, pero bueno, lo cierto es que este país tiene muchos dueños y hay unos muy especiales.  

Para mí, los únicos dueños del  país son los norteamericanos que le han torcido el brazo al gobierno con el caso impositivo de Verizon.  Son ellos los que establecen bases militares, sin que nosotros los dominicanos sepamos los verdaderos motivos de la instalación.  Son ellos los que vienen a inspeccionar los bateyes con el simple propósito de “elaborar un informe” sobre las condiciones de limbo en que viven los ciudadanos haitianos aquí. Son ellos Elliot Engel, Donald Payne, Kendrick Mech, entre otros, acompañados por el embajador de Estados Unidos en el país, Hans Hertell que, como dueños de casa, inspeccionan, investigan, averiguan sobre las condiciones de vida en algunos bateyes.  

Me pregunto, si están tan interesados en los derechos de los haitianos que viven aquí,  ¿por que no se interesan tanto en las condiciones de vida de los inmigrantes en su país? ¿Por qué, cuando las fronteras se abren en todo el mundo,  ellos cierran la suya?   

Seria bueno que esos congresistas también visitaran nuestros barrios y se dieran cuenta de cómo es que vive la mayoría de los dominicanos. Seria bueno, asimismo, que visiten algunos campos y vean a dominicanos que deben caminar varios kilómetros para ir a una escuela o, lo que es peor, hasta para encontrar agua potable. Lástima que su visita sea tan corta y no puedan darse cuenta de que parte de la culpa de nuestra miseria se debe a su política exterior de  “a Dios rogando y con el mazo dando”. ¿Recuerdan a James Monroe y su “América para los americanos”?  

Los dueños del país vienen en grupos a estudiar las condiciones de vida de los haitianos y el canciller truena. Pero son fragores indefensos que no auguran ninguna lluvia, son clamores desamparados, sin perspectiva. Los truenos del canciller, que se ven grises, al final se convierten en rosados. Él sabe que ese es su trabajo, sabe bien que debe protestar por lo que cree una ingerencia. Los ecos de su rezongo deben llegar hasta el palacio presidencial, pero su jefe es ultra democrático y acatará, con la cabeza baja en señal de contrición, los lineamientos trazados por los dueños del Norte, del Sur del Este y de todas partes.   

Latinoamérica entera, con algunas excepciones, es propiedad del Norte y los de allá solo ven “oportunidades de negocios”. Todos sabemos exactamente sobre las motivaciones de esa visita. El fantasma del Padre Hartley se cierne sobre nuestra determinación como país libre.  Seamos francos.

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