EL SIGNIFICADO DE UNA HUELGA O PARO
Hay
sectores que se acodan en el muro que genera la actividad
turística para mantenerse al margen y no apoyar movimiento
alguno.
6 de marzo de 2009
Por tradición, los partidos políticos que
aspiran a gobernar, cuando están en campaña prometen infinidad
de obras. Al tomar el poder se produce una fisura entre las
promesas y las obras. Esta situación trae como consecuencia el
que se promuevan protestas en reclamo del cumplimiento de esas
promesas.
En Puerto Plata, la paralización del
transporte que hizo el Sindicato de Camioneros esta semana con
la finalidad de solicitar al Poder Ejecutivo el cumplimiento de
sus promesas en torno a la reconstrucción de la carretera que
conduce de Puerto Plata a Navarrete y su ampliación a cuatro
carriles, podría inscribirse dentro de aquellas protestas
comunes que de vez en cuando realiza alguna que otra
organización, grupo comunitario o junta de vecinos, pero no es
así, es decir, no es tan común como parece. Me explico.
Dejando al margen la valoración que en
términos políticos merece este paro en cuanto a quién ha dado
su apoyo y quién no, quién tiene aspiraciones políticas dentro
de ese sindicato y quien no, sería bueno analizarlo desde el
punto de vista de su trascendencia, del precedente que sienta
por las consecuencias que tuvo.
Todo paro, protesta, huelga o manifestación
pública que persiga la conquista de reivindicaciones o promesas
incumplidas, crea conflictos y deja hasta cicatrices. Las deja
porque se trata de una situación anómala en cuanto a que vulnera
los principios de la convivencia normal y corriente de los
ciudadanos. En este sentido, el precedente que sienta en una
comunidad apacible, acostumbrada a que le construyan sus obras
cuando los gobiernos de turno quieran, sin que ningún ciudadano
intente siquiera levantar un dedo para protestar, tiene una
significación especial.
Hay sectores que se acodan en el muro que
genera la actividad turística para mantenerse al margen y no
apoyar movimiento alguno.
Una cosa es cierta, independientemente del
matiz político que algunos le quieran endilgar a esa protesta, es indudable que hasta los mismos funcionarios del
propio partido gobernante que también sufren las incomodidades
de las malas condiciones de esa carretera, aunque no lo digan,
se unen silenciosamente. Se unen como cada uno de los
ciudadanos de esta provincia y todas las provincias cuando con
estupor se enteran de la cantidad exorbitante de dinero que se
invierte en Santo Domingo comparada a la que se invierte en las
provincias.
Por esa razón Santo Domingo
han estado desplazando al campo en captación de pobres. Es como
la culebra que se muerde la cola; mientras más inversión haga el
Estado en Santo Domingo, mayor
cantidad de hijos de machepa de los abandonados campos y
provincias del interior se mudan a orillas del río Ozama o en
cualquier barrio en formación.
El asunto es que por la trascendencia de
esa paralización que mereció comentarios en la mayoría de
programas de radio y televisión locales y nacionales, parecería
que llegó el tiempo en que el puertoplateño se ha cansado de
callar y aguantar. Se sabe que muchas veces los métodos son
drásticos y hacen daño, pero de vez en cuando hay que
recordarles a los gobernantes que en las provincias hay mucho
más cosas que monte y culebra (tal y como dicen ellos), que hay
vergüenza, que hay esperanza, gente de valor y con valor,
dispuestos a todo con la finalidad de hacer cumplir las promesas
y reclamar lo que les corresponde.
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