DANIEL TORIBIO: LA BARRERA DE LOS 3 MIL
MILLONES
26 de marzo de 2009
Desde que en el 2007 la
banca nacional traspasó la barrera de los 3 mil millones de
pesos en utilidades, comenzó a derretirse la esperanza de que
bajaran los intereses.
Se sabe que el fin
último de toda actividad comercial es la obtención de
utilidades, pero por más esfuerzos que las autoridades
monetarias dominicanas hagan para que los bancos disminuyan las
tasas de interés que cobran por los préstamos, la rotura de esa
barrera imaginaria de los tres mil millones por parte de los dos
mayores bancos del sistema, el Banreservas y el Popular,
indefectiblemente va a suponer un desafío de cada uno de ellos
por llegar a esa meta cada año.
Hemos dicho en
anteriores ocasiones que no es posible que el Banco de Reservas
compita con la banca privada. El banco de Reservas, que no es
una oficina recaudatoria como aduanas o la DGII, debe servir de
contrapeso en el sistema para hacer que los demás bancos ajusten
sus tasas. Si la banca privada presta al 24%, el banco de
Reservas debe hacerlo al 20%, porque, qué afán es ese de
reportar utilidades monumentales cuando el papel que debe
desempeñar esa institución es la de servir de balance en el
sistema bancario nacional.
Lamentablemente eso no
sucede. Al parecer, Daniel Toribio, Juan Hernández y Miguel
Cocco son la misma cosa; agentes de recaudación. Los dos últimos
se sabe que lo son, pero el primero debería hacer una examen de
conciencia y ver si el papel que está desempeñando su banco le
está dando frutos positivos a la sociedad o si por el contrario
se trata de un competidor más en el ruedo de las altas ganancias
a costa del crecimiento del comercio y las familias dominicanas.
Aunque el Banco de
Reservas anunciara hace días que ofertará tasas preferenciales
del 15% para préstamos hipotecarios, los prestamos viejos siguen
caros. Esa no va a ser la forma de dinamizar la economía, por lo
menos en lo inmediato. Los préstamos siguen caros y la banca
ganándose unos cuartos a costa del estado de indefensión en que
se encuentran los prestatarios.
Es indudable que la
barrera de los tres mil millones pesa más que un matrimonio
obligado, como diría mi abuela.
Pesa mucho, bastante.
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