DESTILANDO
NO MAS
IMPUNIDAD
Se asegura que más del treinta (30%) por ciento de lo que el
Estado Dominicano debe dedicar a inversión pública para
desarrollar nuestro país, o para ayudar a los sectores más
desposeídos, se queda en los bolsillos de los que gobiernan.
Esto nos dice el nivel de corrupción que existe en Dominicana. Y
si agregamos a esto la corrupción en el sector privado, estamos
hablando de decenas miles de millones de pesos que todos los
años no llegan donde deben llegar y que constituyen una causa
importante para que no progresemos y la pobreza aumente en
nuestra sociedad.
Hasta los propios promotores de este sistema globalizado, se ven
en la obligación de condenar la corrupción. Y digo que se ven
obligados, porque ellos son los promotores y beneficiarios de la
misma.
Los factores que fortalecen la corrupción son diversos, es
decir, no es uno solo, son muchos, por lo que para derrotarla,
debemos desmontar todos esos elementos que sirven para expandir
la corrupción. Hoy quiero tratar un elemento y se llama la
impunidad.
La garantía de impunidad es un abono extraordinario para el
crecimiento de la corrupción. Saber de antemano que si se mete
los dineros del pueblo en sus bolsillos, nada le pasara, es el
mayor promotor de la corrupción. Pero además no sólo hay
impunidad, sino que estos crímenes no acarrean ninguna
consecuencia.
En nuestra sociedad abundan personas que todos los dominicanos
sabemos con seguridad meridiana, que sus fortunas provienen de
lo que se llevaron cuando les tocó dirigir el Estado, que nunca
fueron conducidas a las cárceles, ni se les llevó a la
justicia, que hoy, aparecen en la lista de los “dominicanos
distinguidos”, y caminan por nuestras calles con el pecho hacia
fuera y la frente bien en alto, como si nada hubiera pasado.
Vaya país que nos ha tocado vivir.
La impunidad la promueven los que gobiernan y ellos aplican muy
bien el lema de “hoy por ti mañana por mí”.
Hoy esta desgraciada impunidad, se fortalece por un gravísimo
error cometido por todos los que promovimos o apoyamos la
reforma constitucional del 1994, para establecer la doble vuelta
electoral y el fatídico cincuenta por ciento necesario para
ganar en la primera vuelta.
Desde que se estableció esa modificación, la impunidad se hizo
de acero, robusta. La inmoralidad creció, la doble moral pasó de
excepción a regla. Nadie quiere confrontar a sus contrarios,
porque piensa que los va a necesitar para una segunda vuelta. Si
antes se callaba para comprar su impunidad en el futuro, hoy
calla, para buscar futuros aliados en la búsqueda del triunfo
electoral.
Gracias al
cincuenta por ciento necesario para ganar en la primera vuelta y
la necesidad de una segunda vuelta, es que, por ejemplo, el
Secretario de la Liga Municipal, pese a su
imagen no muy religiosa, ha logrado recibir el apoyo tanto de
los gobiernos del PLD como del PRD, para permanecer hasta ahora
por tres períodos consecutivos dirigiendo esa Liga.
Hoy que hablamos de modificación de la Constitución, este
elemento perturbador que incentiva la impunidad y por lógica
fortalece la corrupción, debe desaparecer de nuestras leyes. Es
preferible una sola vuelta, para evitar que nadie se vea
obligado a ser indulgente con los corruptos. Si queremos
moralizar esta sociedad, debemos desarticular todas aquellas
cosas que beneficien al corrupto y una es la impunidad e
inmoralidad que promueve este sistema de doble vuelta.
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