Opinión
 

“MAS QUE UNA COMPRA... SENSIBILIDAD”.

Por: Derissé De León
Jueves 23 de Julio de 2009

Encontré, fragantes y bitonales, las rosas sobre mi escritorio al otro día, al  lado de la estatuilla de la Virgen de las Mercedes. Recordé cómo las había adquirido la noche anterior.

Sí, es cierto, le hice muchas preguntas... pero al final creo que conseguí que regresara a casa con su misión cumplida, por lo menos haber vendido un paquetito con tres rosas y algunas margaritas.

Creo que es la primera vez que en su venta tuviese que responder a tantas preguntas para ganarse cincuenta pesos, en realidad no costaba esa cantidad, yo lo había inducido a la rebaja del cincuenta por ciento del precio con el que le arrebaté un “Gracias” de su boca... todavía puedo imaginar sus ojos tristes y la minúscula sonrisa que se dibujó en su cara tras la venta del día.

Su abuela, una señora un tanto andrajosa lo tenía hasta esas horas con un paquete de rosas para vender dando vueltas por doquier  mientras ella se limitaba a observar a este pequeño desarrollar sus dotes de vendedor nato, entre comensales de aquel restaurante, como para no imponerlo a robar e instaurar en él el hábito de trabajo desde sus diez años.

- ¿Cómo te llamas?- le pregunté, al final de mi largo interrogatorio para comprarle el paquetito de rosas.

-Kelvin- contestó rápidamente y tomó el dinero, lo entregó a su abuela y se marchó.

Lo ví dándole explicaciones a la señora que, de algún modo lo reprochó por la gran rebaja que sin motivo de irrespetarle su trabajo, le hice... quería despertar una reacción pero al parecer fue la única venta del día y ya debían irse a casa.

Al ver esto, lo llamé por su nombre, el pensó por un instante tener que devolverse pero llegó hasta mi vehículo, le dije que si tenía los cincuenta pesos sólo para ver cómo reaccionaría, me dijo que si, volví a preguntarle donde estudiaba y con gesto de simpleza me lo dijo.

Le entregué un billete de cien pesos.  Me miró y de pronto se escapó de sus labios un “Muchas Gracias” y la sonrisa que cambió su semblante con ojos grandilocuentes.

- ¿Y los cincuenta pesos?- me preguntó.

-“No, son por las flores. Estos cien pesos son para que compres lápices para ir a la escuela”,- le comenté.

-“Muchas Gracias. Así será señora porque no tengo nada de eso”,- me contestó y otra vez emprendió su camino, esta vez sin decirle nada a su abuela que ya había doblado la cuadra y se había desaparecido de mi vista. Feliz, se fue y hasta que desapareció mantuvo volteando su cabeza para mirarme, yo le observaba por el retrovisor.

Puede parecer un cuento, de hecho así es porque este artículo rempo con las normas periodísticas, pero este episodio resulta ser una realidad.

Damos a veces por hacerle entender a los demás que damos pero el valor de un “Muchas Gracias”, es determinante, es como la corona que se  le impone a un rey.

Este niño, andrajoso, de poca edad y entregado al trabajo demostró que, independientemente de su procedencia comienza a forjarse en él el valor del agradecimiento y a verse el fruto que desempeñan instituciones sociales no lucrativas que educan a niños trabajadores de la calle y de los sectores marginados.

Cada una de ella tiene sus especialidades, Integración Juvenil, por ejemplo educa a esos niños que son inducidos al trabajo a temprana edad, que son víctimas de una sociedad que los aparta por la conducta heredada de un embarazo no deseado, de una unión matrimonial forzada, de familias donde la violencia prima.

Casa Nazaret, por otro lado, cuida de los que no tienen amparo, de aquellos que están discapacitados físicamente pero que en definitiva, tienen un corazón inmenso porque desarrollan otras habilidades interesantes y loables, de aquellos en estados más críticos y que sólo existen porque respiran y cuyos padres se han desligado por completo.... muchas, son las instituciones que velan por los que menos tienen, por los que no pueden, por los que tienen sólo un corazón para latir.

Si tan sólo nos detuviéramos a observar esas labores arduas y entregadas, despertaríamos el hábito de compartir no con nuestros amigos, familiares o colegas sino con aquellos que, si duda alguna esperan... ser escuchados, mimados, entendidos.

Aún con lo poco o mucho que tenemos, podemos identificarnos con esas causas justas y nobles, no son sólo las mismas instituciones a las cuales podemos tender nuestras manos, sino a aquellas que con poca o ninguna propaganda por los medios de comunicación social, subsisten... Puerto Plata tiene muchas de esas instituciones, cada una con necesidades distintas y hasta incontables.

 

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La autora es Comunicadora Social y Artista Visual.
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